Ojalá  que  esta  crisis  mundial, que  sin duda alguna marcará un cambio drástico en  nuestra historia, nos permita  reflexionar y replantear  nuestras   prioridades. Es  natural  que ante las cosas imprevistas surja en nosotros el miedo y la  incertidumbre, pero también es cierto que el  ser humano tiene la capacidad de adaptarse y trascender.

Hasta podría decirse, que de cierta forma estamos en un extraño punto de la balanza de la vida, primero porque el Covid no hace  distinción de status social, raza, credo, ni   nada parecido y segundo porque aunque el ser humano se jacta de ser tan poderoso y nefasto hoy en día está sumido en el desconcierto y  la duda  bajo un común  denominador: El  miedo.

Sería maravilloso que este tiempo de recogimiento en los hogares nos ayude a trascender y entender, que el mundo es como una comunidad  donde todos dependemos de todos y nuestro deber es cuidarnos y valorarnos mutuamente pues no somos la única especie con derechos y todos los seres de la naturaleza merecen respeto. Que logremos reconectar con nuestro ser interior, con la familia, con aquellos  que  en  verdad son  cercanos  al  alma, a tomarnos el tiempo y dar ese  abrazo,  ese  beso sin prisas que  quizá  hemos  postergado,  ese  diálogo genuino que nos acerque a los seres de los cuales nos hemos  alejado  por  estar  inmersos en el vertiginoso fluir  del modernismo, el egoísmo y la  deshumanización de  la  actualidad.   Volvamos la  mirada a nuestro interior, ¿Será que nos sentimos satisfechos y orgullosos con  lo que  hemos hecho hasta  ahora como  sociedad, como  seres  humanos, y habitantes de este planeta?

Ojalá que nuestro espejo refleje en forma clara ¡nuestra humanidad!

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