Cuando los tiempos se ponen difíciles no nos damos por vencidos, nos levantamos.
Barack Obama

El sistema de votos de los Estados Unidos de Norteamérica es sumamente complejo y para resumir el cuento largo, lo haré un poco corto.
El pueblo emite su voto el día de las elecciones y el partido que gane en los estados obtiene un número de delegados. El primer partido (Republicano o Demócrata) que obtenga 270 delegados es el ganador, pero esto no termina ahí. Se supone que los delegados voten por quien ganó el estado para una ratificación final. Entonces Donald Trump con su plan maquiavélico, que no tiene prueba, ni evidencia con el supuesto fraude, quiere que los republicanos voten por él, aunque no haya ganado en los estados por ser mayoría el congreso.

Donald Trump tuvo un cuatrienio donde dividió la nación americana, saliéndose de múltiples acuerdos con otros países y dejando mal parado a los Estados Unidos por sus berrinches y pataletas.
A pesar de mover la economía incentivando las industrias que preparan las vacunas (Pfizer, Moderna y Astrazeneca) y repartiendo el dinero del pueblo, (400 millones) en causas perdidas como Juan Guaido, para que el crío felicitara a Joe Biden en un santiamén.
Nunca olvidaré los desaciertos que tuvo a principio de la pandemia y las Cantinfladas que habló en pro de la cloroquina, el mal manejo del caso George Floyd, el racismo que promulgó entre los patriotas y su inolvidable comentario de vender o intercambiar a Puerto Rico por Groenlandia y sus múltiples locuras que intenta en la recta final de querer provocar a Irán, Rusia y China que en este último país intenta provocarlo para dejar a la nación americana y, a Joe Biden más enredado que un plato de espagueti, a pocas horas de dejar su nefasto mandato de locura, que a pesar de todo tiene sus seguidores esperanzados con un engañoso milagro de ganar las elecciones, para estrujarme su victoria.
Pd. Me da igual quien gane, porque también criticaré o alabaré a Joe Biden.

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