PLANETA LITERARIO: OSCAR PERDOMO MARÍN

OSCAR PERDOMO MARIN Venezuela

Hoy PLANETA LITERARIO tiene el placer de presentarles a OSCAR PERDOMO MARÍN un talentoso y prolífico escritor Venezolano.

Desde muy niño sintió inclinación por las artes y una particular tendencia a conversar con las estrellas en su pequeño, lúdico y onírico universo. A los ocho años, supo lo que era ganarse el “Pan nuestro de cada día” y a los 12, tras la muerte de su padre, con quien jamás vivió, de hecho se transformó en cabeza de familia, aun siendo el menor de ocho hermanos.

En la temprana adolescencia escribió sus primeros poemas; a los 20 era líder estudiantil, en tiempos difíciles de lucha contra la dictadura en su país; a los 22 años, estudiaba becado en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile y un grupo de poetas seleccionó y publicó su primer libro: “Un pan para cada hambriento” (Dos ediciones agotadas). La vocación de Oscar como escritor, parte de su propia vida. Ejerció el periodismo durante varios años y fue corresponsal en varios países. Fue Jefe de Información del vespertino “EL Mundo”, en Caracas; co-fundador de “La entrevista del domingo” en el diario “Ultimas Noticias”; redactor cultural y político de la revista “Elite”; locutor y productor de radio. Fue uno de los ganadores del Certamen Mayor de las Artes y las Letras, con “Piruelo y su circunstancia”, una novela en dos tomos; Premio de Literatura del estado Portuguesa, en Venezuela; finalista en el Concurso Nacional de Cuentos de la Sociedad de Autores y Compositores de Venezuela (Sacven); finalista en el Certamen Nacioanal de Dramaturgia “Cesar Rengifo” y Mención Municipal de Teatro, en Caracas. Perdomo también tiene obra inédita en narrativa, teatro y poesía. Algunos de sus textos dramáticos fueron representados en diversos teatros de Venezuela. Actualmente, dos de sus obras: “Nieve sobre El Cairo” (poesía) y “Tenía que morir” (novela) están disponibles en Amazón.

LA CASA

¿Quién se sienta a la mesa de ocho sillas?
Imagino a la nena de la casa,
el papá, la mamá, los invitados,
tal vez el cura que vino por el guiso
y echó las bendiciones
o el abuelo, la tía, los amigos:
la gente, en fin, la gente
que habitó en esta casa
y que se fue muriendo y se cambió de casa,
de país, de ciudad.
¡Ah, la casa vacía! La historia de un país.
¡Cada casa es la historia de un país!
¿Dónde la alegre cocina se apagó para siempre?
Las cacerolas ennegrecieron, huele a antiguo,
a desuso, a polvo, a polillas avaras de anaqueles
a termitas, a deshechos de tiempos
a profundidad dolorosa de orines viejos
a sudor de escorpiones, aliento de murciélagos.
El óxido del tiempo impone su presencia.
¿Qué de la risa de quienes se fueron?
Tal vez por este patio jugaron a escondidas
los muchachos. Quizá,
la fuente del jardín, cual celestina
guardó como un secreto, bajo la noche el beso,
el quejido de amantes primerizos o cómplices silencios.
¿Cómo arrancarle al mueble sus secretos
y que diga el sillón lo que sintió,
cuando escuchó de chismes y de intrigas
o la cama que cante las noches amorosas
que albergó y que revele, si acaso sucedió
un crimen a puñal a media noche?
¡Qué de trastos viejos!
Los dueños se marcharon
y se quedaron solos. Nadie se los llevó
cuando señores o sus herederos
después de tanto andar
llegaron a su hogar: el cementerio.
El silencio de la desmemoria,
lo que no vuelve:
aquello que queda y dejará de ser,
el paso implacable de los años,
la fetidez del exilio
el expropiado amor por el olvido
el polvo de lo que fue
para disloque de historiadores,
la casa, lo que quedó de ella:
un país que se muere,
la ruina y el silencio.

¡AY, ESTA SOLEDAD!

Hay una soledad que es bullicio en mi piel
y me erizo cuando siento tus pasos en mis huesos.

Estoy petrificado de nostalgia.

No sé si podré soportar tus labios en los míos
o morirme de ausencia,
porque me sabe a mentira todo lo que me dices
y quiero creerte.
Yo no sé si te vas o te quedas o te escondes,
pero presiento que no puedo vivir sin ti.

Pese a tu voluptuosidad o la mía,
a tus neuras o las mías,
lo único que sé
es que me haces mucha falta
y tengo fiebre y hambre y todo
si tú no estás.

(Este texto escrito directo en mi computadora, no responde a ninguna situación personal. Me inspiro en el Cante Jondo, en el llanto de una guitarra, tocada por los gitanos en España, junto al río en noche de luna llena.)

HUMANIDAD

¡Oh, dioses de mi antojo, protegedme!
Cada miedo de mí, cada quimera
Deifico en el león, la sierpe cobra
La brisa, el agua.

Soy de la tierra del Nilo y agradezco
Mi desnudez, mis pies, el sol arriba:
Amón-Ra, dios eterno, padre mío
Arena y fuego.

Soy hijo de la luz
Cabalgo en un corcel hacia el poniente
Cuando amanece en Tebas.

En cada nubecilla descubro una mujer:
es mi amor, Nefertere.

Yo la veo, mi amada, cociendo el pan
Para la gran faena que me espera:
Pirámide de Keops, hacia allá voy
Con mi barca de piedras.

Es la misión que tengo
le recordé a mi amada:
Serán cuarenta noches sin ti, dulce
Avecilla, tú, la incomparable. Tú
Mi regalito de agua amanecida
Tú, mi otro yo.

Y me marché con viento favorable
Que empujaba las velas y los remos
Y le conté a la brisa como era mi amada:
¿Nefertere? Te diré quién es ella:
Nunca deja de lado la sonrisa

¡Ay, cuánto amor!
Las manos de mi amada,
El olor de mujer que me arrebata.

Mi amada es canto de miel cada mañana.
Nefertere, así la llaman
¡Y yo la nombro TODO porque es reina!
Nefertere, mi Nefertere, la preciosa
La joya codiciada del Oriente
Gula del Faraón que nunca pudo
Degustarla en su mesa.

No volví a verla cuando el sueño eterno
Me llevó en sus alas.

Mil años posteriores en el tiempo
La descubrí en París.
Pasé de largo y en pleno Siglo Veinte,
Volvió a tostarme el pan en una alcoba.

Era ella, la presentí
Cuando horadé su cuerpo
era el Nilo de vuelta
y yo, mi barca, rio
arriba remontando
hacia Keops.

El amor siempre fue lo que ahora es:
Un beso permanente por la vida
La savia primordial
El mismo vino que se añeja en la piel
El pan que multiplica:
Se llama Humanidad.

CANTO A LA LIBERTAD

Canto a la libertad, canto a la vida;
al trabajo y al pan y la familia.
Canto al amigo, al hombre que se afilia
a todo lo que en paz gozar convida
Canto a la muchedumbre en la avenida
de la ciudad y al viejo que concilia
para marchar sin prisa y sin vigilia
al infalible adiós de despedida.
Canto a la gestación que multiplica,
al amor que se da sin condiciones;
al abrazo y el goce inesperado;
canto a la sencillez que simplifica
a recibir sin exigir razones,
a no vivir esclavo del pasado

PRIMER GRITO

¡Soy una piedra congelada en mis propios espacios!
Estoy cansado. Viajé distancias siderales,
esperando tu ausencia y tu huella
se borró poco a poco, tal vez porque
realmente, jamás te conocí: ¡Oh, mis orígenes!
Fui y no sé si creí ser, pero sentí calor
como extraño escarabajo de fuego,
recorriendo mi piel.
Grité expulsado del vientre de mi madre
Y dicen que nací de madrugada
Un nombre me otorgaron
y crecí como todos en la implacable
marcha de vida hacia la muerte.
Nacer es comenzar a morir
Y entre ambos extremos,
el goce de vivir, no es una mercancía
que se pueda vender en los mercados.
Clamé por la luz en las tinieblas
las piedras me dijeron que ciego es aquel
que lo ve todo, menos su paisaje interior.
Atrapado como el hombre en su desidia de no ser.
emprendí de nuevo la marcha hacia mi mismo
y supe o quizá presentí que hay valladares
infranqueables, que impiden continuar:
son los prejuicios, los que degradan
nuestra forma de ser y nos confinan a sobrevivir
en la selva y andar a como venga el viento.
Entre miedos oscuros,
nadé en la inercia: rutina y lágrima seca
en noches de olvido.
Vagué en las oscuras profundidades
de mis marismas y nunca encontré acantilados
ni bahías que avistase desde mi barca.
Marino fui en mis eternos mares de leva,
mis conflictos de arena.
Nunca avisté el puerto
que imaginé en el mapa de mis indecisiones.
De tanta pesadumbre de no ser
un terror eterno paralizó mis piernas;
congelados mis pies fui mi propia versión
de la estatua de sal en la bíblica
leyenda de la mujer de Lot.
Ahora tengo miedo.
Estoy acurrucado en la matriz de otra mujer.
Hoy cumplo nueve meses y me voy desprendiendo.
Mi memoria se borra. Lo que fui quedó atrás.
Voy saliendo de la cálida gruta- Me detengo,
no puedo respirar.
Dos manos gigantescas vienen a rescatarme
al fin ya estoy afuera, me agarran de los pies;
ensanchan mis pulmones el aire de los hombres
y exhalo el primer grito de la vida.
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HAY ALGO

Hay algo que me llama de ti
Me convoca de ti, me subvierte.
No invento las palabras todavía,
Buscándole sentido a esta cosa profunda,
intensa que me ata a tu piel
y me hace prisionero de tus versos.
Hay algo que me cala de ti.
No es solo la cadencia de un poema.
Es la mujer intensa
que me disloca el alma.
Es un gemido largo
como la noche dilatada y ancha,
que aguarda amanecer dentro de ti
para darme la sal y el agua
de todas las auroras.
Hay algo que me gobierna de ti
como esta sed
que estoy sintiendo ahora,
esta hambre de ti,
amistad de ti,
pasión de ti,
este descubrimiento que atisbo
y que tu nombre lleva.
Hay algo de ti
y sé de que se trata,
pero siento el rubor
de delatarme
y besarte los pies para adorarte
con este despertar
que me doblega en un suspiro tuyo,
en un quedarme así:
así, solo queriéndote,
como a un descubrimiento
de algo que no sé cómo expresarte
y retoza en tus labios.

Un pensamiento…

"La noche puede ser también la metáfora de la soledad y casi siempre, la soledad es miedo".

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Un comentario en “PLANETA LITERARIO: OSCAR PERDOMO MARÍN

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