
–Los ruidos de mi infancia fueron el afilador, los bichos feos volviendo al alba luego de algún festejo con amigos, las brasas en los asados del domingo, los relatos del fútbol en tardes aburridas. El rock estaba mucho más cerca de mí que el tango y mi viejo me dormía tocando El oso de Moris. Pero también andaba alrededor mi abuelo, un gran silbador de tangos, sobre todo de Julio Sosa. Y a mis dieciocho años murió Goyeneche y creo que fue un impacto que despertó a toda una generación.

Recuerdos de Karina Beorlegui, nacida en Buenos Aires en 1970, que conserva la imagen de una eterna muchacha, desenfadada, rebelde y ecléctica, que hace años viene revolucionando la música popular ciudadana con versiones impecables de clásicos de todas las épocas, mezcladas con fados, boleros, milongas: es difícil definirla salvo por una voz afinadísima, limpia, clara, cercana a los estilos, en sus primeros años, de Mercedes Simone, Nelly Omar, Ada Falcón y Azucena Maizani, aunque siempre admiró a Tita Merello, de quien dijo “fue la Madonna del tango”.
Hija del actor Oscar Orlegui –destacado en películas de Leopoldo Torre Nilson como La casa del ángel y Martín Fierro– estudió actuación, canto, danza y producción de espectáculos y discos: –No puedo separar la actuación del canto. En algún momento me planteé una elección. Al final me encapriché con las dos cosas. Y también tengo que decir que Alejandro Dolina ha sido un tipo fundamental, no sólo por oportunidades que me dio sino porque tiene una discoteca en la cabeza y, aparte de cantar con él, me pasó unos temas espectaulares: me ayudó mucho a crecer.
Karina trabajó en la puesta de Los Macocos de Androcles y el león, protagonizó las operetas Lo que me costó el amor de Laura y Radiocines, de Dolina, y participó de El romance del Romeo y la Julieta, una adaptación de Julio Tahier. Ha cantado junto a León Gieco y Víctor Heredia y con El Chino Laborde. Cardenal Domínguez y el renovador grupo de la Fernández Fierro; integró la Orquesta Salam-Shalom, dirigida por Norberto Vogel, una formación con músicos árabes y judíos que recorrió escenarios de varios continentes; fue la voz de la orquesta Típica Winco, compuesta por músicos jóvenes, con la que también actuó y realizó las puestas en escena; y ha sido acompañada por el guitarrista Moscato Luna y el polifacético pianista Federico Mizrahi.
Tiene grabados media docena de discos; en los primeros predominan los tangos como Mañana zarpa un barco, Milonga del mono, Mañana, Besos brujos, Será una noche o El que atrasó el reloj y los valses Flor de lino y Parece mentira; luego entraron en escena la música melódica, la milonga, la canción francesas y, esencialmente, el fado.
–Descubrí el fado por un amigo de la cantante Misia, y después llegué a Amalia Rodríguez. ¡Che, hice siete viajes a Portugal! Tuve la intuición de que tenía algo que ver con el tango. Bueno, Gardel cantó fados. Después supe que ambos géneros habían nacido más o menos en la misma época. Conocí artistas entrañables. Es verdad: me identifico mucho con el fado, que tiene un gran parentesco musical con el tango. Cuando aprendí Caprichosa –que en realidad es de Froilán Aguilar y del que hay una famosa versión de Gardel- quedé enganchada del todo y lo incorporé al repertorio, junto a Extraña forma de vida y Pasiones diagonales.
Karina Beorlegui fue distinguida como Personalidad Destacada de la Cultura Porteña, lo que consideró “un mimo, un reconocimiento que me sorprendió al principio, pero que después sentí como algo que me venía muy bien, como esa palmada en el hombro de un amigo o un familiar a quien uno quiere mucho; un aliento a seguir para adelante con la misma fe”. Tiene, como suele decir, “montones de proyectos” y no está quieta un instante. Ya con cuarenta y seis años sigue ofreciendo al público esa voz especial intacta y esa imagen, como exquisitamente congelada, de “eterna muchacha”; la que no se calla y está acostumbrada a sacudir ciertas estructuras de ese tango que tanto queremos:
–Sigue siendo terriblemente machista. Para cantar con la Fernández fierro me saqué una foto bien de almanaque de gomería, para divertirme. Me trataron de trola, me juzgaron, como si una mina que se saca una foto erótica no tuviera talento para cantar. Siempre, cuando los hombres tocan juntos nunca invitan a una mujer, salvo para levantársela. Por eso estoy armando una orquesta propia, mixta, para equilibrar. Seguimos dando pelea y te esperamos en la esquina cuando quieras.