
Periodista – Columnista
-El bulín de la calle Ayacucho/ que en mis tiempos de rana alquilaba,/ el bulín que la barra buscaba/ pa’ caer por la noche a timbear…
Sin embargo, cosas curiosas que se van descubriendo de la aventura del tango, ahora se sabe, gracias a una investigación de Horacio Salas, que Benito B. Lugones, en 1879, en un artículo titulado “Los beduinos urbanos”, había hecho esta significativa referencia: “Estando en el bulín polizando (durmiendo), se presentó el mayorengo (policía). A portarlo en cana vengo (llevarlo preso): su mina (concubina) lo ha delatado”.
Se ha dicho, en reiteración real, que el letrista que mejor manejó el vocablo lunfardo bulín, entendiendo mejor su significado y valorizándolo para la cultura popular de su época, fue Celedonio Esteban Flores, quien escribió en 1923 la letra de El bulín de la calle Ayacucho –obra paradigmática cuyas primeras líneas encabezan esta columna-, sobre música de José y Luis Servidio.
El consenso actual dice que bulín es una palabra del lunfardo que significa apartamento modesto, que puede constar de una habitación y que puede ser independiente o estar en un conventillo. Para la Real Academia Española hay dos acepciones que se usan en el Río de la Plata: departamento que generalmente se reserva para citas amorosas o reuniones entre amigos; y departamento modesto, por lo común de gente joven que se inicia en la vida independiente.
Es igualmente verdad que acerca del origen etimológico se han dado unos disensos muy radicales.
Varios autores dicen que el vocablo proviene del francés boulin, agujero en una pared para sostener un travesaño que sostenga un andamio; a veces, esa cavidad no era rellenada y, con el tiempo, la usaban para sus nidos aves de distintas especies; esta circunstancia explicaría que su uso se hubiese incorporado al lunfardo, con derivaciones como bolín, bulín y bulo. Por su parte el filólogo Américo Castro afirma que el vocablo proviene de un dialecto italiano que no identificó, mientras que su colega Giovanni Meo Zilio postula que es una voz jergal originaria de Milán y significa cama e incluso jergón de preso. Como curiosidad, hay quienes hallan similitud en bulín con la expresión francesa garçonnière. Sostenible o no, el tango la tuvo en cuenta en dos de sus clásicos, Viejo Rincón, de Cayol y De los Hoyos, (“¿Dónde estará mi garçonnière de lata,/ testigo de mi amor y su traición…?”) y Tengo miedo, de Celedonio Flores y Aguilar, (“Garçonnière, carreras, timbas,/ copetines de viciosos…”)
Al margen del ya mencionado tango El bulín de la calle Ayacucho, donde figura en el propio título, hay unos cuantos temas en cuya letra la palabra que hoy nos ocupa es un concepto sustantivo desde el punto de vista argumental. Entre muchos otros: Hacé bulín, de Savino y Palacios, que aconseja al protagonista que “herede un coqueto apartamento de soltero”, no se case y lo use para fiestas y conquistas (“Pintalo verde turquesa,/ minga de sillas y mesas,/ y en vez de araña, plafón./ Un regio bar con bebidas abundantes,/ y un stock estimulante/ de música en do menor”); Flor de fango, de Contursi y Gentile), primer tango que grabó Gardel, escrito en 1916; Mi noche triste, de Contursi y Castriota, el mojón iniciático del tango canción, estrenado en 1917; Ivette, de Contursi y Berto, (“Bulín que ya no te veo,/ catre que ya no apoliyo…”); De vuelta al bulín, de Contursi y José Martínez; Bandoneón arrabalero, de Contursi y Deambroggio, (“Te llevé para mi pieza,/ yo también abandonado/ me encontraba en el bulín”); Niño bien, de los uruguayos Soliño y Collazo; Arrabalero, obra poco conocida del español José Calvo y Osvaldo Fresedo; Chiqué, de Ricardo Brignolo; y Romántico bulincito, de Dizeo y Gentile y El ciruja, de Martino y De la Cruz, ambos escritos en 1920.
Salas ha hecho un resumen claro, aunque quizás demasiado simple, de determinados términos adaptados al tango: “La casa remite en general a la infancia, la familia, el hogar, en tanto bulín –que en lunfardo acepta el sinónimo de cotorro– alude a la independencia, el sexo, la soledad y la adultez. El conventillo sería el escenario de dramas y un sitio para desvalorizar a un antagónico personaje”.
El Negro Cele lo rescató todo de otro modo:
–Cotorrito mistongo tirado/ en el fondo de aquel conventillo,/ sin alfombra, sin lujo, sin brillo,/ cuántos días felices pasé/ al calor del querer de una piba/ que fue mía, mimosa y sincera,/ y una noche de invierno fulera/ hacia el cielo de un vuelo se fue.