
Se dice que la referencia más antigua fue dada por una anciana afrodescendiente, hija de esclavos, entrevistada por la revista “Caras y Caretas” a comienzos del siglo XX:
-Los compadritos se mezclaban en los candombes para burlarse de nosotros imitando nuestra forma de caminar: así inventaron la milonga como baile.
Esencialmente verdad, no obstante José Gobello ha explicado que esa “milonga” a la que se refirió la anciana no pudo ser otra cosa que el tango primitivo.

Pero ella aportó, en el mismo reportaje, otro elemento fundamental: todo ese proceso pasó “antes de la peste grande en Buenos Aires”, refiriéndose a la epidemia de 1870, de donde puede inferirse que el tango –cuyo origen hoy se ve tan lejano y difuso- tuvo que ver la luz a comienzos de esa década.
Ahora bien, acerca de ese estilo original de tocar y bailar el tango, existe otro dato que tiene sus singularidades: se lo llamó canyengue por su estilo picaresco, extremadamente sensual y provocativo, que se expresaba en los prostíbulos portuarios y de los suburbios de Montevideo y Buenos Aires. Canyengue, que se convirtió en una voz lunfarda que sobrevive y sustituyó a la pronunciación caniengue de los africanos, proviene, otra vez según la investigación de Gobello, del cruce entre dos africanismos, candombe y yango, que significaría “desmembrado” o “cansino”, aunque otros historiadores sostienen que la palabra deriva del quimbungo –dialecto del norte de África- ngenge, cuya acepción es “inútil”, más la partícula ka. La cuestión es que, en el batido que se generó en el Río de la Plata, concluyó en un significado que escapó de los negros y del que se apropiaron los compadritos: manera de caminar de cadenciosos movimientos de cadera y arrabalera por pertenecer a las gentes de los barrios bajos de las dos capitales del Plata, que Tita Merello representó impecablemente en una película homónima de 1945.
Pero canyengue es tanto baile como, incluso antes, música.
En el baile, es innegable su origen africano, a partir de la relación que las parejas tienen con el piso. Hay más pie en contacto con el suelo; los movimientos nacen en el centro del cuerpo y hay un caminar, incluso haciendo cortes y quebradas, más cadencioso, más compadreado; la mujer nunca va colgada del cuello de su compañero y el brazo de la pareja nunca baja de la cintura.

Pero… ¿quién creó el ritmo canyengue entre los primeros ejecutantes de tangos y más allá de lo copiado a los negros? Hay consenso en que fue el contrabajista Leopoldo “El Negro” Thompson, un virtuoso que ya en 1916, a sus dieciocho años, había dejado su marca en orquestas como las de Roberto Firpo y Francisco Canaro. De acuerdo a Luis Alberto Sierra “creó unos recursos de muy interesante utilización en las orquestas numerosas, tales como el efecto –obvio, llamado canyengue– consistente en golpear con el arco y la mano sobre el cordal, generando un efecto muy marcado, como “de arrastre” para, por ejemplo, los bandoneones, que en la construcción del tango en 2 x 4 llevaba a los bailarines casi de la mano”.
Las parejas debían adaptar la rapidez de sus pies a los llamados “contratiempos” de la música: era preciso siempre seguir el compás, pisando en el exacto tiempo musical, acentuando los movimientos en los tiempos 1 y 3, más enérgicos, pero con idéntica sincronización, menos potente, en los más débiles 2 y 4. Las orquestas que mejor sirvieron a este baile, hasta una época que podríamos llamar “moderna”, fueron las de Juan D’Arienzo y Rodolfo Biaggi.
Cuando el tango comenzó a componerse 4 x 8, y fue tan pronto que si bien se generalizó a partir de 1920 ya en 1917 Arolas lo hacía, comenzó la lenta decadencia de la música y el baile canyengues, aunque hubo un intento de reverdecimiento, más que nada con finalidades turístico comerciales, a comienzos de la década de 1980.
Al cierre, dos curiosidades.
En el Diccionario de Americanismos, sección Uruguay, la palabra canyengue tiene dos acepciones coloquiales: una, reunión informal con música y baile; dos, inicio de una riña durante una reunión.
Y acerca de los negros dice Horacio Salas: “Su injerencia en el nacimiento del tango es evidente. Es como en el ragtime: no existe un solo rag, ni ninguna de las tres partes que lo componen, escritas en tono menor, que es de típica sugerencia melancólica. Todo fue escrito en tono mayor. Lo mismo sucedió con los primeros tangos, caso de Andáte a la Recoleta, que no perdieron alegría ni picardía”.