
Hoy en PLANETA LITERARIO por cortesía de Santos Miguel Gonzalez, presentamos a María Inés Iacometti, natural Argentina quién vió la luz un 1° de noviembre de 1972 cuando los colores mostraban primavera, después de una madrugada tormentosa.
Nuestra invitada de hoy tuvo una infancia feliz y prolija así como una educación con honores, en cuya adolescencia ya cantaba poesía, entre lecturas de Bécquer, Neruda, Alfonsina Storni -y con algunos indicios de amor en la mirada- que la sensibilidad invadió sus poros y comenzó a ensayar sus primeros versos (recopilados y conservados en cuadernos que sostienen la memoria). Se sabe que al finalizar la escuela secundaria sin titubeos, buscó trabajo para no depender de sus padres, comenzando a apoyar a nivel escolar a niños, adolescentes y adultos. Posteriormente realiza un estudio básico de computación y se postula e ingresa a la planta permanente administrativa de la Universidad Nacional del Litoral, en la Facultad de Ingeniería Química hasta la fecha. Contrae matrimonio en 1992 con Guillermo Adrián Pagano y fruto de esa unión tiene tres hijos. A pesar de que la familia creció y de sus múltiples tareas, ella nunca dejó de cantar y jamás renunció a la poesía. En 1998 conoce a quien fue su guía, su «mamá en las letras» la reconocida escritora y poeta santafesina María Guadalupe Allassia, con quien estrecha una profunda amistad. A ella le agradece el aliento a seguir con pasos firmes en poesía y el impulso a esbozar los primeros trazos en narrativa. Así, contra sus propios pronósticos, le surgen prosas poéticas, cuentos y novelas cortas.
A continuación algunas muestras de sus obras, todas con derechos reservados..
Sin adiós ni despedidas
Si alguna vez tus historias se treparan a las mías y como estribos usaran las aventuras vividas, seríamos dos errantes compitiendo con el filo de la tarde, que curiosa, nos regale su vestido. Las cabalgatas de cielo que hacíamos, descontando de las luces, las estrellas; de los faroles, el canto; de las brisas, el rocío; de las lechuzas, el llanto… nos tornarían en seres indomables pero calmos. Dueños de las firmes riendas que entrecruzan nuestros lazos hechos de amor y misterio, tejidos de un solo trazo, apretados en prolijo abrazo trenzado a mano. Si nuestros pasos pudieran correr sin borrar sus rastros se mostrarían muy claros, simples, fuertes y sinceros, sin más doblez que los pastos, sin más estorbo que el aire, sin más juicio que el ocaso. Soñémonos bien, queriendo un galope acompasado, nuestros cabellos al viento, también en paz, nuestros labios. Besos en forma de flores, calor en forma de brazos. Para que así nuestra historia sea una y convencida de que amor y desamor conviven en esta vida. Porque es tiempo del “nosotros”. Sin adiós ni despedidas.
Develaciones
He empezado a conocer mi sombra desde adentro y quiero decirlo: no es pesada ni liviana. Desaconsejo tratar de tomar su mano. (Mi sombra no quiere riendas. Solo camina tranquila si es en ella, mi serenidad). La he visto acurrucada y me he propuesto consolar su apariencia desvalida. Pero antes de que ose hacerlo, antes de llegar siquiera a acariciar su espalda, se ha erguido completa como soldado firme en batalla y ha desdoblado su figura ante mí. Por sutil compañía entonces, quise ofrecerle palabras en un papel amarillo o algún cristal empañado... A cambio he logrado perderla. Ofendida, tal vez, ha cruzado la puerta dejando atrás la penumbra. (Debí encenderme en la luz para buscarla). Mas, cuando agotada elegí el reposo; cuando mi esperanza quebró sus instintos para dejarlos a un lado; reapareció sobre mí, protectora, aumentada su esencia, de pronto, hasta el milagro... Luego, ya en consciencia las dos de las dos, justo debajo de mis manos, (por fin a mi amparo) improvisó su resumen y se quedó conmigo.
Libertad
Cuando mi corazón se salga de su espacio y escurra toda su sangre para donarse completo abandonando por fin su jaula de venas y huesos… Verá crecer sus alas, esas, que no pudieron ser en este camino de vida. Y podrá conocer así la esencia los secretos el sabor de la verdadera LIBERTAD.
Grito-ruego
Desde el empaste aparente de tantas voces que sufren con el susurro que yergue un puño trunco indolente: Viejos que esperan respuestas, niños que no entienden nada. La juventud siempre al frente. Balas que callan palabras... Sube el ruego por la paz. ¡Que el gigante sea pueblo! Y defender y escuchar a quienes pisan el suelo. No más disturbios hermanos. No más sangre derramada. No más extinción de ideas que todas son necesarias. Se requiere de valor para interpretar el grito. Se requiere ser humilde para perforar el mito y que ganen la inocencia, la armonía, la concordia, la esperanza que no cesa de nacer y suicidarse (porque nadie la percibe, porque nadie la rescata)... Se necesita el honor para sentirnos en casa.![]()
Te traigo
Sacudo el tormento y te miro. Parpadeo rápido, largo, por despejar los grises oscuros y verte. No te aferres a ese fondo inanimado. Sos de acá, sos del color que motiva a la creación. Busco despegarte de los porqués. Rasqueteo de tu espalda el fuego que destruye y soplo, calma, soplo... Apaciguo el mal. Soplo. Como cuando siendo niños nos curaban el dolor de la caída. Soplo alivio, soplo amor, soplo tu espalda para despegar las cargas. Soplo el dolor que te aleja -privador constante de luz- y al fin te traigo. Fotografía: Benoit Courti