
La fundación del “tango canción” tiene una historia que bien paga la pena –diría un español- contarla en su extensión comprobada.

Samuel Castriota fue un pianista de escaso brillo, compositor y director nacido en San Miguel, provincia de Buenos Aires, en 1890. Comenzó, adolescente aún, como guitarrista: tocó en boliches de La Boca y Barracas hasta que a los 18 años, ya al piano, formó un trío con Francisco Canaro en violín y Vicente Loduca en bandoneón y así llegó al prestigioso café Royal; allí, precisamente, compuso el que sería su tango más famoso, “Lita”, destinado, sin embargo, a trascender con otro nombre.
Corría el año 1916 cuando, entonces acompañado por Antonio Gutman en bandoneón y Atilio Lombardo en violín, fue contratado en el café El Protegido, en la tradicional esquina de San Juan y Pasco. Ya había editado “Lita” en la discográfica de José Balerio y el tango figuraba en su repertorio fijo. Cierta noche lo fue a ver Pascual Contursi, ex titiritero y vendedor de zapatos devenido guitarrista, cantor y luego poeta, hombre muy aficionado a la noche y a adosarle letras a temas musicales de otros autores, amigos o no, con autorización o sin ella. Al escuchar “Lita”, se le ocurrieron los primeros versos para esa melodía, que, sin contárselo a su autor, terminó en Montevideo, donde el tango de Castriota tenía un relativo éxito y donde él cantaba en diversos sitios “a la queta” (expresión del lunfardo que quiere decir “a la gorra”). Así, de un modo al que el adjetivo subrepticio no le cae exagerado, Contursi estrenó –y la única duda que sobrevive, envuelta en las brumas del tiempo, es si ocurrió en el cabaré “Moulin Rouge” o en el “Royal Pigalle”- “su” tango en nuestra ciudad con el nombre “Percanta que me amuraste”, durante el segundo semestre de 1916.
Lo que pasó después tal vez sea más conocido: Contursi presentó “Percanta que me amuraste” a Gardel, también en Montevideo, durante un descanso de una actuación del dúo con Razzano; hasta ese momento Gardel no había cantado jamás un tango. Pero le gustó, aunque estuviera lleno de giros lunfardos, y pidió como condición cambiarle el título a “Mi noche triste”, y el 3 de enero de 1917 estrenó el que luego sería llamado “primer tango que cuenta una historia, que narra sentimientos, que tiene un argumento con principio, desarrollo y fin”; es decir el primer tango canción. Es oportuno a esta altura del relato, recordar lo que escribió Horacio Salas sobre Contursi: “Más allá de chocantes abusos en la utilización de licencias poéticas, producto de sus carencias técnicas, de la ingenuidad y pobreza de sus metáforas, de su temática machacona del abandono, de su dequeísmo, Contursi puede ostentar el título de inventor. Fue él quien, al transformar una simple danza en crónica, reseña, estampa, permitió que un ritmo se convirtiera en cauce literario donde aquellos que carecían de voz manifestaran sus dolores, frustraciones y angustias con sencillez. Al permitirse incluir sentimientos, al aceptar que el protagonista llorase sus pérdidas –cosa que no había ocurrido con tangos anteriores, como “Cuerpo de alambre”, “El taita” o “La morocha”, apunto yo- sensibilizó al tango, lo despojó de máscaras, lo humanizó”. Curiosamente, “Mi noche triste” fue el primer tango que Gardel cantó pero no el primero que grabó: ese privilegio le correspondió a otro aporte de Contursi, unos meses más tarde, en abril de 1917: “Flor de fango”.
Luego vinieron anécdotas pintorescas: cuando se enteró Castriota de lo ocurrido, quiso demandar a Contursi; quien lo impidió fue el propio Gardel, intercediendo y facilitando el registro del tango por parte de ambos y calmando las aguas definitivamente. El Zorzal hizo la última grabación de “Mi noche triste” en 1930, con fondo de guitarras. La actriz Margarita Poli lo cantó, con la orquesta de Roberto Firpo, en un cuadro del sainete “Los dientes del perro”, de José González Castillo, padre de Cátulo, y Weissbach. Hubo una película homónima, lejanamente inspirada en la vida de Contursi, que murió en 1932, a los 44 años, dirigida por Lucas Demare, con Jorge Salcedo y Diana Maggi. Y el tango se cantó también en otro filme, “Carnaval de antaño”, interpretado por Charlo, mientras que en “El último payador”, con guión de Homero Manzi, en 1950, se escucha la grabación de Gardel de 1930.
Pero probablemente lo más curioso haya sido la “respuesta” que, también en lunfardo, quiso darle Celedonio Flores en su ya olvidada obra “Mi noche alegre”, con música de… ¡Samuel Castriota!