EL PENSADOR: Aún queda la esperanza

Por Antonio Pippo

Esperanza de que los políticos cambien de rumbo, hablen sin que se sienta como promesas que serán incumplidas como hasta ahora, que trabajen en su propia educación, en su cultura y, aquellos que lo necesitan, en la solidez de un pensamiento honesto y responsable.

Ya cumplido el cambio de mando, ya en sus puestos los integrantes del nuevo gobierno, nada de nota, alrededor ni en los pasillos o los tablados para la propaganda, que pasaje de facturas, desafíos, feos insultos y -ah, eso jamás falta- promesas formuladas como trabalenguas para mantener a la tropa bien alistada y dispuesta a bancarse cualquier desaguisado; total, los que llegaron se lo achacarán a los que se fueron y, otra vez, se romperán todos los puentes.

Parece, al menos en este pequeño país, que el dogma traición todo, especialmente la memoria. Entonces es que muchos, de un lado y otro, eligen mentir. Y en el medio está la prensa y las famosas redes, mucho más interesadas en el enfrentamiento que la actitud serena de los responsables para construir, realmente, un país mejor, más libre y más justo.

No es menor esta cuestión.

Son tiempos que corren a excesiva velocidad, mejorando y haciendo al mismo tiempo más peligrosa a la tecnología.

Son tiempos donde las granes organizaciones delictivas -narcos, lavadores de dinero, traficantes de toda cosa imaginable, hasta vidas humanas, pequeñas vidas humanas- siguen corrompiendo a la sociedad desde abajo, formando ejércitos de niños y jóvenes marginales.

Son tiempos donde predomina el griterío, la agresiva gesticulación, la separación por bobadas y nunca el acercamiento.

Son tiempos donde la remanida reforma de la educación se fue al carajo antes de nacer. Tiempos donde grandes conglomerados políticos están infectados de ideas viejas y manejados por unos pocos, de conciencia sucia y mentirosos dignos del premio Oscar.

Son, el fin, tiempos en que el rumbo no se advierte en tales escenarios. Se necesitan puentes de acercamiento, se necesita racionalidad, se necesita respeto y tolerancia. Los dogmas, de cualquier parte, deshacen los cerebros y crean monstruos sociales cuyo comportamiento solo acarreará más impactos negativos.

O se juntan en serio, aun con las diferencias a cuestas, para debates limpios, tranquilos y aceptación de lo que está bien aunque la idea venga del lado de enfrente.

Conociendo el paño, sé que esta reflexión puede hacer sonreír socarronamente a unos cuantos. Y, bueno, serán responsables del descarrilamiento tal vez definitivo.

Por eso sigo: la esperanza es lo queda. Y la esperanza es lo último que se pierde.


Descubre más desde LA AGENCIA MUNDIAL DE PRENSA

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

"¡Tu opinión es importante para nosotros! ¡No dudes en comentar!"