
Columnista
En la música popular, si se observa su evolución, se advierte que muchos artistas, por impulso intelectual o por pasión, modifican a través del tiempo sus estilos –enriqueciéndolos o no, eso ya es cosa de gustos- pero siempre con un objetivo muy claro. En el tango, por ejemplo, el emblema de este proceso es Piazzolla, que no se detuvo hasta su final en la búsqueda de cambios diversos y muy ricos.
Pero Piazzolla es un caso peculiar. Me detendré, para explicar esta cuestión, en dos ejemplos que al lector probablemente le resulten sorpresivos.
Buceando en Facebook, hallé un reportaje a Leonardo Favio, aún joven, aunque ya actor, director de cine, poeta y cantante.
En una pausa, sonrió con simpatía y originó este diálogo:
-Le voy a confesar algo que nunca dije. Todos mis temas, sobre todo los más famosos, están compuestos en ritmo de milonga campera (y canta, como tal, Fuiste mía un verano y Ella ya me olvidó).
-Qué belleza! –exclamó el periodista-. Suena muy emotivo, romántico… ¿Por qué cambió?
-Cuando me di cuenta que esas canciones eran interpretadas por boleristas, salseros y hasta gente del pop y del blues. Y eso se inició en países por los que yo había iniciado giras: Colombia, Venezuela, Chile, Ecuador, Perú, México. Entonces decidí crear con esta voz rara que tengo una forma más cercana a esos estilos. Yo ganaba mucho dinero en esos viajes. ¡Cuántas veces tapé bolsillos vacíos por fracasos en el cine gracias a olvidarme de la querida milonga campera!
Regresando al tango, es imposible no recordar al Rey del Compás, Juan D’Arienzo, porque siendo considerado uno de los más sólidos defensores de los compases 2×4, indagando en su vida se hallan algunas paradojas.
Cuando D’Arienzo ya había aprendido música y tocaba el violín, ¡a los once años!, formó un dúo con su amigo Angel D’Agostino. Hicieron varios años un espectáculo en el Zoológico de Buenos Aires y su repertorio, siguiendo la línea luego de la Guardia Vieja, todas sus interpretaciones eran en compases 4×8, primera evolución impuesta por Arolas, Bardi y Cobián.
Sin embargo, repentinamente, D’Arienzo advirtió que la gente “bailaba poco” y él concebía el tango para ser bailado y que las parejas disfrutaran y luego, de pasadita, se les pegara alguna que otra melodía. Volvió entonces, ya formada su primera orquesta, al tradicional 2×4, aunque con arreglos e instrumentaciones que consideraba modernos. En ese proceso apareció, incorporándose al grupo, el pianista Rodolfo Biaggi, calificado, con razón, como el “creador” del estilo de la orquesta que se mantuvo aun luego de su retiro.
Desde esta peripecia, un poco arisca y repentina del Rey del Compás, D’Arienzo quedó instalado en la historia del tango como el más cabal representante del ritmo original, blasón sostenido en su éxito permanente en los bailes, incluidos aquellos famosos realizados en Montevideo, en el Hotel Carrasco.
Pero hubo algo más en esta efusiva respuesta popular: fue cuando grabó con La cumparsita de un lado, y La puñalada del otro, el disco más vendido y difundido en el mundo hasta el día de hoy.
No obstante, sorpresas te da la vida. En determinado momento, posiblemente influido por la muy especial letra lunfarda de Carlos Waiss, compuso con Héctor Varela la música de Bien pulenta, en un 4×8 que trató de disimular con una orquesta con piano, seis bandoneones, cinco violines y contrabajo y unos rubatos y stacattos que no le eran habituales:
–Estoy hecho en el ambiente de muchachos calaveras,/ entre guapos y malandras me hice taura pa’ tallar,/ me he jugado sin dar pifia en bulines y carpetas,/ me enseñaron a ser vivo muchos vivos de verdad./ No me gustan los boliches, que las copas hablan mucho/ y entre tragos se deschava lo que nunca se pensó./ Yo conozco tantos hombres que eran vivos y eran duchos/ y en la cruz de cuatro copas se comieron un garrón.
Pero que se queden tranquilos los amantes de D’Arienzo. Rápidamente volvió a la senda.
No puedo cerrar esta columna sin una anécdota imperdible: actuando en el Marabú, entró la policía a buscar un delincuente. El maestro conocía a los funcionarios y les pidió que dejaran seguir el espectáculo porque el fulano era amigo suyo. Le dijeron que no. Entonces D’Arienzo arrancó con Bien Pulenta y cuando llegaba a “…ando chivo con la yuta, porque tengo mi rebusque”…, paraba y repetía varias veces esa frase.
Los representantes del orden se retiraron.