
Patricia y yo nos reunimos en Nîmes a mediados de enero, donde ella presentaba su obra Distopia, estrenada en 2018 en la Bienal de Sevilla. Una obra con tanta belleza como complejidad, de la que hablamos largamente, desde su inspiración y génesis hasta su puesta en escena definitiva.
También hablamos de su vida, de sus inicios, de sus decisiones, de sus referentes y proyectos. Su actitud cien por cien positiva ante su vida y su arte ha sido sin duda un factor determinante en su carrera.
Teresa Fernández. Tengo que decirte que me alegré muchísimo saber que tu fuente de inspiración para tu espectáculo Distopía había sido la exposición Utopías Modernas del Centro Pompidou de Málaga, porque yo estuve en esa exposición a finales de 2018 y me marcó. ¿Cómo fue contigo?
Patricia Guerrero. Ya nos habían dado el libro de la exposición, sabíamos de qué iba. Cierto que es una exposición que marca. A partir de ahí mi director Juan Dolores Caballero y yo decidimos hacer lo contrario, una distopía en lugar de una utopía. Me habían propuesto hablar sobre la utopía social. Y nos pareció maravilloso hablar de la la distopía desde la utopía, algo un poco más profundo y más duro. En los primeros diez minutos del espectáculo se muestra un tipo de sociedad que va de la utopía a la distopía y después, mi personaje se empieza a cuestionarse porqué tiene que hacer lo que impone esa sociedad.
El proceso fue muy interesante, porque políticamente era muy actual y vino naturalmente, cosa que me gusta mucho. Realmente los temas caminaron solos. Nos metimos en ese mundo y uf …

Teresa. Voy a poner aquí tu definición de lo que trata tu espectáculo. Luego me dices. “La protagonista de esta historia está en una sociedad aparentemente ideal, pero inexistente y rota, que anula la personalidad individual. Ella se cuestiona la vida que ha tenido y que sigue viviendo, por lo que la juzgan y maltratan en todos los sentidos. Es un contenido duro y profundo pero visualmente lleno de luz y belleza.”
Patricia. En el espectáculo, el personaje habla así de la sociedad en general. Es cierto que nosotros nos juzgamos y la sociedad nos juzga, estamos metidos sin darnos cuenta en esa burbuja llena de problemas que realmente existen, donde hay gente que los saca a la luz y gente que nunca lo hace. Estamos maltratados psicológicamente, porque desde el principio ya hay una imposición de lo que está bien y lo que está mal. Y si haces algo que no está estipulado, está mal. Para mí, eso es un ataque psicológico.
Yo siempre he intentado buscar lo positivo y también he nacido en una época en que la mujer está en un momento muy bueno y sí, en alguna ocasión he sufrido machismo, el flamenco es muy machista, pero estamos en la cola que han dejado las generaciones anteriores y es normal, incluso en mí hay algo de esa cola de machismo que tenemos que ir soltando. Pero aquí hablamos del personaje.

Teresa. Tanto con Distopía como antes con Catedral, estás haciendo crítica de la sociedad en la que vives. ¿Sientes que vivimos en una sociedad distópica?
Patricia. Sí, se hace una crítica social. En Catedral en base a la religión y en Distopía en base a una sociedad politizada con la mujer como chivo expiatorio. La veo como una sociedad distópica, por la discrepancia entre lo que prometen los políticos y lo que hacen, porque todo el mundo, incluso familias enteras compiten por ver quién es de un partido o de otro. Para mí la política es como la carne para el pueblo, para que nos entretengamos.
Teresa. Cierto que todo, además de tu baile y el de tus bailarines, las músicas, la iluminación, el sonido, son elementos de expresión de lo que sucede en escena. Pero en este caso, encuentro que el vestuario es determinante. En Distopía, ¿que nos estás contando con el rojo, el negro, la bata de cola, el blanco y ese abrigo que me fascina con el que empiezas y acabas?
Patricia. El abrigo lo compré en Londres, en un mercado de segunda mano de Camden Town. Me gustan las prendas que han tenido un pasado. Me lo pongo y tiene un peso, una caída. (Tengo que decir que el abrigo es un modelazo que dan ganas de robárselo)
El rojo representa la totalidad de la mujer. El negro es el luto por ese maltrato hacia ella, el abuso por parte del hombre, del maltrato que da paso a la bata de cola, que simboliza la deformación de la mujer. La bata de cola me la ha hecho mi abuela, que ha sido mi costurera en exclusiva desde niña. En principio Juan no quería el número de la bata, porque decía que no estaba en la línea del personaje. Pero yo sabía que esa bata tenía que estar, por lo que significaba para mí. Y dándole vueltas, para encontrarle sitio dentro de la deformación de la mujer, ésta tenía que estar también en la bata de cola, era la única forma de encajarla. La semana anterior al estreno logramos ver lo que realmente significaba y dijimos ¡adelante.! La bata habla de una situación dramática, del poder de los hombres y de ese hombre sobre ella. Y cuando baila la soleá ya no es ella, ya está deformada.
El traje rojo mini representa a la mujer destruida, que para sobrevivir tiene que refugiarse en la locura. Por eso el blanco del final habla de esa divinidad en la que se encuentra dentro de su locura. Es una situación que recuerda a Orwell 1984. Para poder sobrevivir se rinde a la locura. Y dentro de la locura encuentra la felicidad y la alegría, dentro de un mundo propio, aislado de lo que la rodea, una especie de mundo autista.

Teresa. Distopía ¿es la continuación del discurso que empezaste con Catedral? ¿cómo encaja en ese discurso Juan Dolores Caballero?
Patricia. Juan ha marcado un cambio de ciclo en mi trayectoria, un discurso en el que sin proponérmelo, me he puesto en el papel de reivindicadora de la mujer. Juan fue el que me llevó a ese cambio, de dejar el flamenco en segundo plano y estar al servicio de algo que nos da miedo. Lo aprendí y gané libertad. Me ayudó mucho mi experiencia de niña en el teatro y trabajar con un director teatral que me marcaba la pauta de cómo iba a interpretar ese personaje, me encantó. Y ahí me encontré cómoda, que interpretar un personaje dentro de un baile sumaba en mí. Y todo vino rodado, primero en un musical riquísimo en que se hablaba de la religión y de la opresión de la mujer, de una realidad histórica. En Catedral recordé en muchos momentos a mi abuela y a muchas otras mujeres. Hay un momento, cuando me cantan el Padre Nuestro en arameo, en el que estoy invocando a las mujeres ajusticiadas por la Inquisición.
No ha sido algo que yo haya vivido, pero que sí han vivido mujeres que conozco. Mi abuela, por ejemplo, todavía no se quiere quitar el chal. Es muy fuerte, pero es así.
Teresa. Cómo ves a futuro la continuación de este discurso? ¿Va a haber una trilogía?
Patricia. (ríe) ¡Esto me lo han preguntado varias veces! Y se me ha pasado por la cabeza y lo hemos hablado, que podría haber una tercera parte, aunque no tenga que ver con Catedral ni con Distopía, pero sí en el mismo hilo. Ahora mismo no tengo una inspiración en mente, pero si viene vendrá de forma natural, como vino Distopía. Sería interesante, porque yo creo que nunca se ha hecho una trilogía, bueno, no sé…
Teresa. Podrías decir que la Compañía de Patricia Guerrero es una compañía estable, incluyendo proyectos futuros?
Patricia. Sí. En realidad llamo compañía a mis compañeros. Dani de Morón no estuvo en Catedral, estuvo Juan Requena. Agustín Diassera ha estado siempre.. La compañía digamos, es Juan Dolores Caballero, la producción y yo. Luego en cada espectáculo puede haber artistas que varíen. Dani es mi amor artístico y la verdad es que el feeling que tenemos en escena es enorme.

Teresa. Muchas cosas han cambiado, pero en general y en particular en el flamenco, ser hombre ¿sigue siendo un privilegio?
Patricia. Sin duda, pero por suerte, yo he nacido en un momento en que la mujer está teniendo un apoyo extra, en el que hay muchas cosas para ella, hay muchos productores que quieren hacer cosas con mujeres y en este caso, en estos espectáculos, yo no he buscado ni la temática ni nada, vino a mí de forma natural, era un tema que me tocaba y fue así. Bueno, estamos en una buena época para la mujer. Si el hombre se siente igual o se siente ahora un poco discriminado, pues no pasa nada.
Teresa. Volvamos a tu infancia, a Granada, al Albaycín, a tu madre bailaora y a tu abuela que te hacía los trajes de baile, a tu entorno y a tus inicios.
Patricia. A mi madre le gustaba bailar, pero mi abuelo no quiso que bailara de chica. Luego se echó novio, mi padre, se casó y empezó a bailar, empezó a ir a clases y luego se dedicó a la enseñanza. Yo nací cuando ella empezaba con su academia de baile, así que me he criado bailando, ella y también mi padre que era futbolista se volcaron en mi formación. Los dos me han apoyado y mi madre siempre ha sabido enfocarme bien y ha tenido gusto, ha sabido distinguir quién era maestro, los dos han empleado toda su energía en mí, en su hija única. Luego está el entorno del Albaycín, flamenco, gitano. Yo soy paya, pero estamos muy enraizados. Desde siempre ese ha sido mi ambiente. De pequeña empecé a bailar en un tablao con un guitarrista y cantaor, fue como algo muy natural. Mi madre siempre cuenta que vio enseguida un talento en mí que era natural. Fue ella quien me lanzó y yo lo acepté como lo más natural. Jamás tuve un conflicto, para mí ensayar era algo natural, ir a clase era lo que más me gustaba.

Teresa. Granada es un punto fundamental en la historia del flamenco y cantera de enormes artistas. ¿A qué achacas que no se haya consolidado como referente flamenco como Sevilla? ¿Porqué, como en tu caso y muchos otros hay que emigrar para crecer profesionalmente? Granada podría haber sido la referencia del sureste, ¿no se ha gestionado bien?
P. Ha influido la idiosincrasia de la tierra, creo. Sevilla, Jerez, no sé cómo decirte, tienen más amor a lo que hacen, se quieren de una manera diferente. Cuando yo fui a Sevilla todos los maestros de la edad de oro estaban allí. Es cierto que en Granada, por su personalidad, la gente, los artistas son muy introvertidos, no sé cómo explicarte la personalidad de aquí, de la tierra. Estamos allí como en un micromundo. Me pasa a mí cuando voy, se siente ese micromundo y hay gente que está muy a gusto allí y gente que se va. No te lo puedo explicar, pero es así, es una personalidad diferente. Es un mundo introvertido y los sevillanos y gaditanos son un mundo hacia afuera. Muchas veces la gente me habla de su tierra y yo podría hacer lo mismo de Granada y no lo hago. Pero es que no nos hace falta, ¡no sé cómo decirte!
Teresa. Algunos lo llaman complejo de Boabdil.
Patricia. Pues es muy posible. Eso lo explicaría muy bien.

Teresa. Llegar hasta aquí es una historia de muchas horas de trabajo, muchos sacrificios y también muchas gratificaciones y lo uno es consecuencia de lo otro. ¿Qué porcentaje pondrías a trabajo/sacrificios y cual a gratificaciones?
Patricia. (riéndose) Te diría que más trabajo y sacrificios que gratificaciones. Hay que ensayar a diario, se necesita mucha auto disciplina, y cuanto más creces, mayor es la responsabilidad. Tienes un trabajo detrás de mucha calidad y tienes que seguir esa línea o superarla. No digamos tener una compañía. Yo ahora mismo llevo a quince personas conmigo, de las que soy responsable. Ya no es solo bailar, hay un nivel de presión duro. Luego está el amor al trabajo, sin él no lo haríamos. Pero si te gusta, la satisfacción es maravillosa.
Teresa. En tu caso lo que asombra es lo jovencísima que eres, tu nivel de madurez personal y artística, tu sentido de la responsabilidad, tu enorme espíritu positivo. ¿A que lo achacas?
Patricia. Lo achaco sobre todo al camino que mi madre me abrió y a mis decisiones en mi carrera. La intuición siempre me ha acompañado bien y he sabido verla. Y he sabido decir no y he dicho muchas veces no. Eso ha definido mi carrera.
Teresa. Cuéntame tu llegada a Sevilla con dieciocho años.
Patricia. Cuando llegué a Sevilla, decidí tomar clases en la escuela de Rubén Olmo.* Esa noche fui a pedir trabajo al tablao Los Gallos, estaba Rubén bailando y salí para el fin de fiesta. Al día siguiente, fui a la clase de Rubén, ni siquiera sabía que él era el profesor y a los tres días Rubén me dice que quería contar conmigo para un proyecto suyo. Y a los cuatro días me llamaron del tablao para darme trabajo. Fíjate que decisión la de ir a Sevilla, por eso te digo que mis decisiones me han marcado. De Granada me fui en cuanto acabé los estudios obligatorios, luego en Sevilla estudié Magisterio Musical. Tenía clarísimo que tenía que irme, no había más para aprender.
Teresa. Tu crecimiento profesional desde tu primer proyecto, Desde el Albaycín hasta Distopía. Más de diez años…
Patricia. Desde el Albaycín fue como en 2009, había ganado el Desplante en La Unión y otro premio en Ubrique y ya hacía mis recitales. Desde el Albaycín fue un recital con una pequeña temática en torno a Granada y Matisse, me inspiré en los cuadros de Matisse. De allí pasé a Los latidos del agua donde también estaba Granada, el barrio, ya había relación con Falla, con Lorca, con el mundo mágico. Ya introduje otros recursos, varias piezas de Albéniz con piano, ahí me fui metiendo en ese mundo teatral en el que contaba una historia, la de los latidos del agua, y ahí es cuando conocí a Juan Dolores que me revisó un poco ese espectáculo cuando ya estaba estrenado.
Teresa. Evolución en tu baile desde que empezaste a crear tus proyectos en solitario hasta ahora.
Patricia. No sé cómo decírtelo, bailaba bastante bien técnicamente, pero más inmadura. Eso sí, siempre me ha acompañado la misma fuerza en el momento de pisar el escenario. Ahora tengo más madurez. Entonces tenía el atrevimiento natural de cuando eres joven, pero ahora tengo más conocimiento, he trabajado con muchos tipos de artistas y ese conocimiento lo integras para ser más inteligente dentro de la escena. Vas desarrollando capacidades. La respuesta a todo ese conocimiento y madurez fue Catedral y luego Distopía. Mi madre tiene miedo de lo que pueda hacer…Pero a mí no me interesa hacer lo que ya se ha hecho.
Teresa. ¿Quién es y dónde está Patricia Guerrero en el momento actual?
Patricia. Soy una bailaora contemporánea, que se encuentra en un momento alto de creación, bastante libre y abierta a hacer cosas o simplemente a navegar en el mundo de la danza, del teatro, de la música. Estoy en un momento muy nutritivo, como cuando la tierra está para sembrar. Estoy en ese momento de madurez para poder plantar y crear. Me encuentro en ese momento y con fuerza. Y feliz. Por ejemplo ayer, cuando fue llegando toda mi gente, me sentí feliz de reunir ese equipo.
Quizá un poco nerviosa, no por mí, estoy muy segura en el escenario, sino porque todo salga bien entre todos. Me gusta que haya un cierto nivel de improvisación dentro del guión. Hay gente que le gusta no dejar ningún cable suelto. A mí, me gusta. Es lo que hace cada función diferente. Un pequeño porcentaje de improvisación es muy importante para todo, para que la energía esté ahí, para estar pendiente de ese momento que no se conoce, para que se sorprenda la gente dentro del escenario y para bailar como me sienta ese día.
Teresa. Algo que no te haya preguntado y que quieras añadir.
Patricia. Algo que añadiría, la importancia de lo que he aprendido de todos mis maestros, lo que siempre he admirado en todos ellos; el amor que tienen a lo que hacen, el respeto que tienen a lo que hacen, su profesionalidad. Eso es de lo que siempre he intentado llenarme de ellos, antes que de toda la técnica.
Teresa. Proyectos a futuro.
Patricia. Tengo un proyecto que se llama Tientos al tiempo, con un artista visual madrileño, Pablo Valbuena, una performance que nos ha producido el Espacio Artístico 104 de París.
Otro regalo de este año es que voy con Mayte Martín en el espectáculo 20 años de Querencia, un regalo que me ha dado la vida. Y también estoy en un proyecto de Faqmi Alqhai con su viola de gamba y música de Bach que presentamos ya en Madrid para la Bienal de Sevilla 2020. Otra vez voy a sumergirme en Bach que es uno de mis referentes clásicos.
Hay una cosa más, muy importante que te diré más adelante. Y eso es todo, que no es poco.
* Actual director del Ballet Nacional de España