EL PENSADOR: Con la cabeza, no, los pies en el barro.

Por Antonio Pippo

Sí, amigo lector. Aunque usted no lo crea (y entiendo que dude, porque desde cierto punto de vista admitirlo podría ser, en paralelo, aceptar la existencia de Dios).

Doy fe: ganan siempre los testarudos y algunos vivillos en los rincones (ésta, en realidad, patología de todo el sistema político).

Ahora, entre gallos y medianoches, aprobó la compre del campo donde habitaba Mujica, con una inversión millonaria en dólares, y Colonización se sumó con otra adquisición incluso más costosa, que despertó enérgicas observaciones de la oposición. Prefiero no hacer las preguntas que se hacen miles de ciudadanos sobre el por qué de estas inversiones que, de un modo u otro pagaremos todos, a fin de evitar, en particular y con respeto, la memoria de quien ha fallecido hace muy poco tiempo.

Como quienes levantaron una aleta y luego aplaudieron  desparejo -porque en realidad no piensan lo mismo, ni entre bambalinas hubo unanimidad- valdría la pena, por sentido común, atender antes la realidad social y económica incontestable en que está el país.

¿O usted cree que brotará de pronto la sensatez y se rascarán las arcas a la búsqueda de alguna monedita para mejorar los recursos de la educación, la seguridad social y arrimar algún mango a la salud? ¿Presume que se usará algo para encarrillar al FONASA, que hoy es igual a un tren que se pretenda hacer llegar desde Montevideo a Raigón sin descarrilar, sabiendo que las vías están hechas mierda? ¿Intuye que a la lucha contra la inseguridad, el narcotráfico y la cantidad de ciudadanos al borde de caer en la pobreza y la marginalidad la bendecirá una mayor preocupación financiera? ¿Cree –loco, loco, loco, con una banderita de taxi libre en cada mano- que el gobierno aflojará un poquito, en una de esas de piola, nomás, la ferocidad del ajuste que está maquinando con sus fauces abiertas, mostrando dibujos de déficit ajeno, anterior, en vez de dientes, que recortará con entusiasmo patriótico los descabellados gastos del Estado y que, por tanto, descenderán el déficit fiscal, la inflación y el desempleo y caerán por acá, a las risas, de la mano de quienes están diciendo pelotudeces al mundo, los grandes inversores productivos y necesarios?

O sea, en criollo básico, ¿imaginó que sobre esa mayoría gobernante sobrevolaría la racionalidad y no la esquizofrenia?

Bueno, lo siento, pero debo comunicarle que usted  es un reverendo boludo.

Claro, mi amigo.

El gordito de la barba,  el pelado del Pit Cnt o la patinadora señora Cosse –gran opinóloga nacional-, el presidente Orsi que sigue sin hacerse tratamiento de conductos, los bolcheviques recalcitrantes, los latas partidos al medio pero inclaudicables al momento de romperle la benevolencia a los bien pensantes, el que le dije, ése que nunca trabajó en su vida y por eso lo eligieron, sin diploma, como cabeza del partido y del que dicen (ojo, dicen, yo no sé) que se cambia poco de camisa, sí, Fernandito, y todos los tamborileros de las bases están pensando en otra cosa. Ellos se sienten iluminados (con un farol a querosén, pero iluminados) y quieren, sí o sí, gobernar a su estilo.

Repito: ¡no pregunte para qué! Podría provocarle un accidente cerebro vascular… ¡y qué necesidad tiene usted!

Yo me he interrogado acerca de cómo se podría detener toda esta embarazada imbecilidad, si es que una ola diarreica atrapa a los racionales y les saca la cabeza del barro.

Sólo se me ocurrió una cosa. A veces, los astros se alinean favorablemente y, cuando uno menos lo espera, dan una mano.

¡Ah, si resucitara Onetti!  


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