EL PENSADOR: ah la intendencia

Por Antonio Pippo

Hace décadas que esa gobernanza la ejercen los representantes del Frente Amplio, más allá de los resultados de las elecciones generales. Aquí, en la capital, es donde se ha hecho fuerte y, en una cruel y no admitida contradicción, ha dejado una imagen de desidia que pinta la ciudad con fealdad.

La última gobernante municipal fue la ingeniera Cosse; los resultados de su gestión ampulosa y mentirosamente ensalzados, han sido un mamarracho: la ciudad está mugrienta, el tránsito es una locura torturante, los impuestos aumentan con aplastante consistencia y -vaya curiosidad- no ha habido día, durante cuatro años, en que no se corten calles por todos lados para supuestos arreglos definitivos, aunque el uso de materiales de escasa categoría hagan que pocos meses después, vuelvan a agrietarse o hundirse sobre los flancos como si nada se hubiera hecho. Por otra parte, los planes para los cuáles, incluso, se procuró financiación, referidos a túneles a puentes aéreos en sitios clave, han quedado encerrados, ahogados en expedientes sin destino.

Cuatro años más perdidos para los ciudadanos de Montevideo que queremos avanzar un poco en el progreso de nuestro hábitat.

Y debo decirlo: convencido de que volverá a ganar el candidato del Frente Amplio -porque ésta ha sido una de las maniobras culturales y cínicas más inteligentes para crear adeptos-, me preocupa que uno de los aspirantes sea el economista Mario Bergara. Lo conocí en mis épocas de cronista parlamentario, y luego lo he seguido desde otros aspectos del periodismo, incluso teniendo entrevistas con él.

Un delirante de boliche lo llamaría “lengüita sobada”; es una exageración, aunque, pese a ser una persona educada, utiliza mal el lenguaje, sobre todo el lenguaje económico (siendo economista suena a intento sutil de influir en la opinión pública modificando la realidad) y  no le tiembla la sonrisa de gordito simpático hasta cuando tiene que retractarse -acaba de pasar, cuando manejó críticamente contra el gobierno saliente cifras que la todavía ministra de Economía deshizo públicamente de inmediato. No parece una persona ejecutiva; no parece un economista confiable; no parece un político cuya cualidad esencial sea la honestidad intelectual y la tolerancia.

No sé si llegará al sillón al que aspira. Lo cierto es que no se le conoce ningún plan general, más allá de ambigüedades y especulaciones a futuro, y su pasado, para mal, lo precede.

En fin. Los ciudadanos agnósticos, respetuosos, tolerantes y con una conducta basada en la filosofía de la benevolencia, esperan.

Sólo eso: esperamos. Con cierta resignación a cuestas.


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