
La trayectoria de Ignacio Corsini, un cantor que en cierta época compitió en los escenarios de Buenos Aires con su amigo Carlos Gardel y llegó a ser, aunque brevemente, más popular, es harto conocida y está impresa en la historia del tango.
Sin embargo, aspiro a describir hoy una experiencia esencial de este hombre, que de algún modo implicó una suerte de contradicción, que supongo no tantos saben o recuerdan pese a su significación.

El llamado “caballero cantor”, rubio, de ojos celestes, apuesto y elegante, nació en Troina, Sicilia, Italia y, emigrado a la Argentina, se inició como cantante criollo y con un estilo cercano al de José Bettinotti, a quien conoció siendo aún adolescente, pero más prolijo y con un dejo nasal propio del Sur de su país de origen.
Con los años surge la curiosa experiencia referida antes. Corsini, vinculado al criollismo y a la actuación en revistas teatrales desde 1917, no cantó tangos hasta 1922 –si exceptuamos el pasajero y de poca repercusión Un lamento, en 1920, de De Leone y el poeta Numa Córdoba, marido de Rosita Melo- cuando, en el sainete El Bailarín del Cabaré, estrenó Patotero sentimental, con letra de Manuel Romero, autor también de la obra, y música del español Manuel Jovés.
Causó un entusiasmo explosivo que le obligaba a bises en cada presentación, pero desató al fin una controversia, pues personajes de la música popular abrieron una polémica.
Enojado, Francisco García Jiménez dijo: –Saben de sobra que no hay patoteros sentimentales. Todos son crueles y lo seguirán siendo mientras haya patotas cobardes que se arroguen valentía. La pinta de Corsini y su voz aguda contribuyen a establecer una paradoja que no le hace bien al tango.
Le salió al cruce Eduardo Giorlandini –médico y poeta lunfardo, de quien Edmundo Rivero hizo una memorable versión de Aguja brava, su obra emblemática-: –El patotero cantado por Corsini sólo se inserta en determinado ambiente como “el rey del bailongo” o “el rey del cabaré”. No es peligroso, es sentimental y triste por haber abandonado a la mujer que lo amó de verdad. Se lo puede vincular con un farrista o garufero, aunque la farra o la garufa no siempre se identifican con patoteros.
Quizás recorriendo parte de la letra, esto se entienda mejor:
–Patotero, rey del bailongo,/ patotero sentimental,/ que escondés bajo tu risa/ muchas ganas de llorar…/ Ya los años se van pasando/ y en mi pecho no entró un querer;/ en mi vida tuve muchas, muchas minas/ pero nunca una mujer (…) La patota me miraba/ y no es de hombre el aflojar./ Patotero, rey del bailongo/ de ella siempre te acordarás./ Hoy reís, pero tu risa/ sólo son ganas de llorar…
Quizás el debate lo haya disipado, años después, el historiador Héctor Ángel Benedetti: –Patotero Sentimental fue todo un hallazgo, una revelación; poco puede decirse al escucharlo, más allá de que está Corsini representando un estilo diametralmente opuesto al de Gardel. Su voz de registro alto, su presencia cautivante, dejaron atrás arqueológicas referencias de cantantes olvidados e impuso un estilo al que, sin dejar jamás de incursionar en lo criollo, el tango le sentó a medida.
A partir de Patotero sentimental, los éxitos de Corsini en el tango se multiplicaron: Botines viejos, De todo te olvidas, Fumando espero, Dónde estás corazón, Cuartito Azul, Esquinas Porteñas, Sentimiento Gaucho, No te apures Carablanca y Destellos, entre multitud de otros temas.
Su vida, en cambio, tuvo ribetes novelescos. En 1911 se casó con Victoria Pacheco –“la gran compañera de toda mi existencia, la que me alentó en mis horas inciertas y a la que debo gran parte de mis triunfos”-, hija del artista circense y teatral José Pacheco.
Es un dato clave.
En 1949, a causa del fallecimiento de su esposa, Corsini entró en la zona gris de la depresión y dejó de cantar abruptamente. Su última actuación fue en mayo de ese año, en la audición Argentinidad de radio Belgrano.
A mediados de 1961, de manera sorpresiva, inesperada, lo convencieron de presentarse en Canal 7 de Buenos Aires, en el programa Volver a vivir, que intentaba rescatar del olvido a artistas que se habían retirado.
Fue una única actuación, sin demasiada convicción, desgastado.
El “caballero cantor” murió el 26 de Julio de 1967. Roberto Selles dijo en su sepelio: –Con él se va una voz particularísima, la más atípica con la que contó el tango.