
Columnista
La mayoría de nosotros tenemos muchos sueños que en la medida de nuestro crecimiento y desarrollo vamos moldeando, trabajando y estructurando hasta verlos cristalizarse en forma positiva. Pero muchas veces, debido a diversas e inesperadas circunstancias en la vida de cada quien, estos sueños van quedando relegados en el algún lugar del camino y hasta es posible que aparentemente nos olvidemos de ellos o eso preferimos pensar.
Pero aunque no los nombremos o nos convencemos de que ya no están siempre se sentirá ese vacío, esa frustración por aquello que no se logró, por esa renuncia que alguna vez se hizo, es como una voz apagada en el subconsciente, como un murmullo distante que a veces nos trae el viento en sus alas.
Es pertinente, muy necesario, no ahogar esa voz, sin importar en qué etapa de la vida nos encontremos, analizar y retomar ese sueño que anida en nuestros corazones, luchar con ahínco y trabajar para hacerlo realidad, aún con la oposición de nuestra familia.
Sería maravilloso que las féminas, pero aquellas de almas nobles y sensibles, aquellas que no conocen de egoísmo, de injusticia y falta de equidad, nos uniéramos, nos apoyáramos mutuamente y tomadas de las manos a nivel universal logremos que ese murmullo haga eco, se transforme en un tornado, en un grito de libertad con responsabilidad, en un empoderamiento que inicie un cambio en cada una, que conmueva y fomente una actitud positiva en los cimientos de la sociedad.
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