La aventura del tango: El artista Ignoto

ANTONIO PIPPO PEDRAGOSA. Periodista, Escritor, Editorialista, Director Gral. Cultura Tanguera. COLUMNISTA

Hay una escena memorable de la película Los tres berretines, en la que el protagonista, Luis Sandrini, sube al pequeño escenario en un cabaré y hace una serie de destartalados movimientos para sugerir que baila un tango, mientras alguien canta Araca la cana acompañado por José María Rizzutti, Vicente Tagliacozzo y un jovencísimo Aníbal Troilo. Corría el año 1933 y ya se había estrenado el primer filme sonoro argentino, Tango.

El cantor –uno de tantos grandes del arte popular ignorados por la mayoría- se llamó Luis Díaz y nació en Paysandú, Uruguay, en 1893, aunque sus padres inmigrantes, como en el recordado caso de Canaro, nacido en San José, con el niño muy pequeño se trasladaron a Buenos Aires, donde desde entonces vivió el intérprete hasta su muerte en 1978.

Gracias a los aportes de unos cuantos significativos historiadores, entre ellos Horacio Loriente, se ha podido reconstruir la excepcional y casi desconocida vida de Luis Díaz.

Muy joven, ayudado por su registro de tenor dramático y el impulso de sus primeros maestros de canto, se dedicó a la lírica y su debut fue en una compañía que representó Carmen, de Bizet, nada menos que en el teatro Progreso de su ciudad natal, a finales de la década de 1910.

Díaz era hiperactivo: integró los coros del teatro Colón, fue locutor de radio Cultura, participó en grupos de jazz como el de Sam Liberman y, finalmente, fue atrapado por el tango que, para reflejar la objetiva realidad de aquellos tiempos, lo rodeaba y para el cual brindó no sólo su privilegiada, afinada voz sino que añadió la adquirida condición de letrista: según Loriente, el primer testimonio sonoro que lo vincula al nuevo rumbo se produce en enero de 1927, cuando canta el estribillo de Angustias con la orquesta de su coterráneo Canaro.

De ahí en adelante cantó con diversas orquestas, grabó para distintas disqueras, siguió coqueteando con la lírica y el jazz, actuó en teatros y cines y hasta destinó tiempo para producir películas junto a guionistas de cuño tanguero como Enrique Cadícamo, de las que además participó: es el caso de Galería de esperanzas, Poncho blanco, con Luisa Vehil, y Virgencita de Pompeya que, curiosamente, se estrenó en Montevideo en octubre de 1936.

Pero tal vez su aporte más significativo haya nacido cuando lo contrató Julio De Caro, corriendo 1931, convirtiéndolo en el primer cantor de su legendario sexteto. Con De Caro tuvo varias etapas, hizo giras por Europa y llegó a presentarse con el maestro del violín en una única función en el Parque Hotel de Montevideo, junto a la Alabama Jazz, de Eddie Kay. Fue éste, también, su momento para desarrollarse como letrista, destacando con varios temas populares: el vals Ilusión de Pierrot, los tangos Yo quiero casarme, El barrio murmura y Narciso negro y las rancheras Quedan tuitos invitaos y Ya se ha marcao la hacienda. Sin embargo, las últimas grabaciones con De Caro son ajenas: el vals Era mi vida y el tango Coraje.

Y, ¡cuándo no!, precisamente en esta etapa de esplendor, sufrió una decepción como letrista: pese a que respondió a un pedido del propio De Caro para hacer los versos de dos históricos tangos del mítico maestro, Cote d’Azur y el espléndido Tierra querida, para el cual, ante dudas que le surgieron, elaboró dos letras distintas: –Yo no sé/ como podría vivir/ sin recordar/ las emociones sublimes/ del amor/ donde ternuras gocé/ de un tibio hogar/ en el que yo fui feliz… (la primera); y ¡Gloria a ti¡/ Tierra querida de paz y promisión./ Amada cuna del amor fraternal/ de estirpe noble y valiente, eres crisol./ ¡Al mundo irradias luz! (la segunda).

Una pena para él: aunque cantó esos tangos –incluyendo ambas letras de Tierra querida– en escenarios varios, De Caro jamás quiso grabarlas y los temas quedaron para la historia como verdaderas joyas instrumentales.

No obstante, y cerrando este necesario recuerdo, Luis Díaz terminó su carrera en plenitud, en 1940, dándose, incluso, algunos gustos: cantar como solista, presentarse varias veces en Uruguay, incluyendo radio Carve, acompañado de guitarras, protagonizar la obra teatral Se acabó lo que se daba junto a Margarita Solá en el teatro Argentino, y Los caminos de la historia, obra de Blomberg, en radio Porteña, a lo que agregó un regreso a la lírica, interpretando como tenor el protagónico de Madame Lynch, de Enrique Sussini, en el teatro Odeón de Buenos Aires.


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