EL PENSADOR: Recordando cosas para calentarme

Por Antonio Pippo

Forma elegante de decir que somos pesimistas, dramáticos, intolerantes y fanáticos, al punto de creer que el humor es un ingrediente de comidas que la medicina desaconseja y que puede ver –igual a la sal- cómo su uso lo dificulta el ocultamiento en las casas de comidas por amenaza del intendente Martínez, el calvo ciclista candidato.

Dirá usted, lector, que exagero.

Qué sé yo. Me basta recorrer, y resulta una exquisita tortura mental, lo que se escribe en las redes sociales acerca de política para sentir que es así. Mejor dicho, recorrer lo que se escribe de las circunstancias que hoy nos excitan: lo que ocurre en el país y se adjudica al gobierno, a corporaciones de distinto cuño o a planes conspirativos de la oposición, en el marco de una campaña prelectoral adelantadísima.

Es como caminar por una calle de la ciudad rodeado del olor que proviene de un escape de gas. O, para ponerme a tono con la vulgaridad reinante: rodeado del aroma de unos pedos insonorizados que, haciéndose los distraídos, se tiran un par de pasajeros en un ómnibus repleto.

Asqueroso, claro.

¿Quiere entonces, mi amigo, imaginar conmigo lo que apesta esa cloaca inmensa en que se han convertido las redes sociales que, todo lo sugiere, carece de reglas, control y sanciones?

Ah, terrible. Créame. Un reflejo social donde una mayoría de personas saca de sí lo peor: desparrama información falsa o manipulada, insulta, acusa sin fundamento y exhibe hasta qué profundo sótano es capaz de caer la condición humana.

No sólo eso. Tal mayoría de renacentistas ciudadanos, criados –a uno le da por suponer- en versallescos palacios y educados en elitistas universidades anglosajonas por becas a las que accede por su sesgo aristocrático, intentan persuadir, además, alcanzando con los mismos vómitos lo que, según su desvarío patológico, lo mismo pasa en Argentina, Brasil, Venezuela, Cuba, Estados Unidos, Rusia, China y –posiblemente, aunque tengo una duda de último momento, que saldaré con Bielsa- también Gabón y Alaska.

¡Y yo queriendo aportar luz con el humor!

Qué nabo. Hacen cola para putearme. Bueno, no importa; quizás por mi condición de masoquista, resistiré. ¡Resistiré!

Ah… hablando de resistir. Hay políticos que se resisten a ducharse con el refrescante jabón del sentido común.

Hubo un candidato a la presidencia  (outsider) que tuvo un spot publicitario con lema: “Cambiar se puede”. Como hasta un mes antes de la elección la propaganda está prohibida, se le iluminó la mente –cosa que muchos consideraban dudoso, lo sé- y publicó ese spot, un video, en… ¡las redes sociales! Total, ahí sobrevive lo que los puristas, en general abogados aburridos o buscando asesorías bien pagas, denominan “vacío legal”.

A decir verdad, no me importa ese aspecto. Lo interesante es que haya hecho tamaña movida presentándose como primera figura de un partido, cosa lógica, rodeado de sus ya conocidos colaboradores más cercanos, otra cosa lógica, y hablando de lo que serían sus ideas centrales.

Ahora bien… ¿Quizás tuvo contactos cercanos del tercer tipo con el huérfano –digo, políticamente- Amado y con los intelectuales Novick y Salle, los que pensó celebrar sonriente en fotos públicas que por fortuna ciudadana se velaron?

Hay algo que no cierra.

Seré más claro con una hipótesis: si los políticos tienen interés y hubo avances con esos señores ¿resulta verosímil un acuerdo posterior que, en una de esas, cambiaría la dirección de unos cuantos pasos?

¿Acaso es un chiste?

Al revés. Esto debe ser una misa por la muerte del sentido del humor.

Al final, a uno no sólo las redes sociales lo vuelven loco.


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