Por Antonio Pippo
Por estos días no me siento demasiado interesado en caminar, aunque -porque sé que mi salud requiere mayor movilidad- persisto todos los mediodías en la que llamo “la vuelta del perro”, compras diversas, pagos, trámites, etcétera, así como agrego ciertas rutas cortas para compartir un café, en realidad para mí té de manzanilla, con algún amigo.
Días pasados esta rutina se acrecentó un poco y terminé recorriendo unas cuantas cuadras del centro montevideano.
Fue una experiencia moral y física que me colocó al borde de la devastación.
Veamos el escenario: calles sucias por deshechos de contenedores desparramados por todas partes, veredas rotas precipitando, sobre todo para gente añosa como uno, tropezones y caídas en exceso frecuentes, raterillos cada vez más rápidos y eficaces y aquellos que se suponían iba a ser llevado a refugios por las noches, durmiendo drogados o borrachos, a veces en pareja y hasta con un perro encima, en zaguanes, sobre algún muro estrecho de edificio o dentro de muy poco coquetas cajas de cartón, armadas como carpas de ocasión.
¡Si eso fuese todo!
Porque en el andar, obvio, se produce el contacto con los demás. Y entonces nos alcanza la locura.
Hay varios tipos de personas que actúan de un modo extraño y, particularmente, agresivo. Hombres y mujeres, en esto no hay disputas de género.
Está la persona que camina a cierta velocidad, mientras teclea su celular sin mirar con cuantos congéneres va a tropezar pues va inmerso en una realidad paralela, producto de su yo y no de lo que sucede realmente. Las consecuencias son riñas e insultos innecesarios.
Está la persona, más sofisticada, que va con sus orejas taponeadas por auriculares que lo sacan por completo de la experiencia circundante, que además habla a los gritos cual rematador en el final de la tarea y causa los mismos desmanes de la persona descrita anteriormente.
Y está la persona -en este caso lo lamento, pero he constatado que la mayoría son mujeres- que, cabeza abajo, observando dónde pisan, y portando cantidad de bolsas o paquetes, chocan con la gente corriente e irrumpen en insultos y hasta amague de golpes contra todos los a los que ella llevó por delante. En estos casos, generalmente el escándalo es tal que siempre termina con un policía -de aburrida cara y puteadas pecho adentro- tratando de salvarse de la inesperada peripecia.
Finalmente, porque no pretendo aburrir al lector que con seguridad conoce -no sé de qué lado de los bandos- estas escenas cotidianas, que dejan a todos como si hubiesen metido los dedos en un enchufe, hay que decir un par de palabras de la mayoría de las personas que nos atienden, en calidad de clientes, en donde a usted, lector, se le ocurra.
Muy mal carácter. Lenguaje barroso y entreverado y actitud beligerante. Sólo una anécdota, al entrar a la sala de apertura de una mutualista, donde había un señor maduro atendiendo:
-Buenas tardes… -digo yo, cortésmente.
-¿Sí…? -me responde sin levantar la vista de una revista.
Ahí, porque ya venía cargado, pierdo la serenidad:
-¿Sí… qué?
Levanta la vista, molesto y me espeta:
-¿Qué quiere…?
-Buenas tardes, señor… Mire yo…
-¿Me estás tomando el pelo, viejo? ¡Si querés algún dato especial seguí para el fondo, a la derecha!
Cierro, abreviando este bellísimo encuentro, diciendo que concluyó con la intervención de un Gerente al que llamó no se quién y al que comenté -la venganza será terrible siempre, aunque me de vergüenza admitirlo- las cosas a mi modo y, negándome a ver a nadie más, salí a la calle y regresé en un bendito taxi, cuyo conductor era cubano y no paró de hablar hasta mi edificio.
Todo esto forma parte de la cultura de nuestro país, en el sentido antropológico.
Alguien que ha estudiado el asunto afirma que desde la salida de la pandemia todo es peor. No me convencieron demasiados los argumentos, pero, al final, no sé…
Como tampoco sé que clase de cultura social estamos edificando, si a esta experiencia cotidiana añado todo lo demás, lector, que usted conoce y sufre, y que nos ahoga en el pesimismo.
Descubre más desde LA AGENCIA MUNDIAL DE PRENSA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

