Flamenco Jerezano: ¡Viva Jerez!

TERESA FERNANDEZ HERRERA. Periodista, Editorialista, Escritora. Directora Gral. de Flamenco. PRENSA ESPECIALIZADA

28 de febrero.  Jerez otorga el Premio Día de Andalucía al Pueblo Gitano en reconocimiento de seiscientos años de contribución a la cultura y las artes. Excelente noticia para los gitanos de Jerez, perfectamente integrados socialmente desde hace muchísimo tiempo, quizá gracias al flamenco. Quizá olvidadas para siempre dos fechas: 1749 y 1923.

Estamos de celebración. Enhorabuena a los amigos gitanos jerezanos que en esta fecha han dejado dos hitos de flamenco  en el Teatro Villamarta y en la Bodega Los Apóstoles de González Byass.

La Compañía María José Franco ha puesto en escena “Tararamía, tres generaciones de tararas danzantes integradas por María José, la cordobesa África Moreno y Ana Moneo en Tarara niña.

Tarara: Palabra de origen sefardí con significado de muchacha que corre libremente por los campos. Antiguo juego de corro infantil hasta que Federico García Lorca la recuperó para sus canciones populares en 1931.

                            Ay Tarara loca, mueve la cintura

                            Para los muchachos de las aceitunas.

Ay Tarara sí, ay Tarara no

Ay Tarara, niña de mi corazón.

Lleva mi Tarara un vestido verde

Lleno de volantes y de cascabeles…

En “Tararamía” las cosas suceden de otra forma.  Es un canto al misterio femenino expresado en el baile. Desde la niña que baila sin parar al espíritu de alguien que nunca deja de bailar.

Ni cuando muere.

“Tararamía” puede ser el espectáculo jerezano que cada año presenta el Villamarta con vistas a premio del público. Este año vimos un espectáculo redondo, totalmente conseguido, desde el concepto a la realización en escena..

Lleva María José Franco en su elenco mimbres jerezanos de alto calibre. En el cante el veterano Luis Moneo; a la guitarra su hijo, Juan Manuel Moneo, y Javier Ibáñez; el violín de Bernardo Parrilla; al cante, la sevillana  Cristina Tovar; Carlos Merino en la percusión y Javi Peña a las palmas. Una nómina de artistas casi al cien por cien jerezana de San Miguel. Y se notó. En el cante, en el toque y en el compás. Pero aquí hablamos de baile.

El baile de Jerez  tiene su forma de expresión propia, que puede ser duende, pero un especial duende jerezano. Puede tener su parte aprendida, pero siempre con esa grasia tan particular, ese diferenciador movimiento corporal, braceo o manos. En otros sitios se puede hacer igual, pero ese elemento típicamente jerezano de origen, lo hace diferente a todo. Su belleza y emoción son únicas. No sé si logro transmitir con palabras lo que quiero. Me temo que no. Hay que venir a Jerez a comprobarlo.

“Tararamía”  no tiene  escenografía. Su único recurso escénico es que no utiliza recursos escénicos. Apenas algún cambio de luz.  Es cien por cien minimalista. Como se cantaba, tocaba y bailaba en las antiguas ventas o colmaos jerezanos.  El mensaje es que este flamenco no necesita de tales recursos. Ahí reside su valor intrínseco, su fuerza vital. Cualquier otro recurso escénico tan al uso hoy en día lo alteraría.

Seguimos en Jerez.  Jesús Méndez, cantaor de ley de San Miguel, sobrino de la Paquera de Jerez. A la guitarra Pepe del Morao, saga de guitarristas del barrio de Santiago con toque propio. Al piano Borja Évora, sanluqueño sobrino de Manolo Sanlúcar. A la percusión otro sanluqueño, Paquito González. A las palmas Diego Montoya y Jesús Cantarote.

La Bodega de los Apóstoles estuvo hasta la bandera. Jerez es muy fiel a los suyos, las familias de los artistas son auténticas piñas. Y los no jerezanos, también saben a lo que vienen. Entregados al cien por cien, abiertos al placer del arte más genuinamente jerezano.

Aquí también sobran los recursos sofisticados. El estrado de la bodega es como un tablao. Es todo lo que hace falta. Estamos ante flamenco de ley. Puro Jerez  por añadidura. Los sanluqueños son primos hermanos de los de Jerez.

Llevo años siguiendo a Jesús Méndez y a Pepe del Morao.  Gitanos ambos de larga saga de San Miguel y de Santiago. Juntos y separados,  pero mucho juntos, porque se quieren. Y cómo se nota que se quieren, cómo se refleja en su arte. Por no hablar de cómo se nota que están actuando en Jerez, arropados por su gente. Factor que cuenta muchísimo para sentirse más  artistas. Y más responsables.

Ver a jerezanos en Jerez es un plus añadido.

Da igual,  lo que canten y toquen. Sabemos que va a ser un recorrido por sus palos de siempre, con letras de siempre. Jesús en esa noche del día de Andalucía, quiso también cantar por Chiquetete, algecireño de pro. Emocionó y se emocionó cuando cantó por Lola Flores, la jerezana con museo propio en Jerez. Cantó “Barrio de San Miguel”, el barrio de La Faraona, de la Calle del Sol.

Cantó de una forma que hizo vibrar y sentir escalofríos de tanta emoción. Lo que transmitió es indescriptible con palabras. Como si fuera una reencarnación de La Paquera.

Pepe del Morao, cómo ha crecido desde que le conocí en 2017. Cómo ha madurado como artista. Las falsetas de esa noche, en acordes de guitarra Morao,  con sus contratiempos llevaban al cielo, un cielo especial de los gitanos flamencos, en ese día en que Jerez reconocía seiscientos años de contribución al arte.  Observar los dedos de Pepe, dedos estilizados de maestro, tocaor, compositor, grande entre los grandes de toda su familia.

Demasiadas emociones para un solo día. Gracias gitanos de Jerez actuando en  “Tararamia”, gracias Moneos y Parrilla de San Miguel. Gracias Jesús de San Miguel y Pepe de Santiago, barrios flamencos ancestrales de esta ciudad, que qué tendrá, que enamora.

Solo por ese día merece la pena estar en Jerez.

Foto cortesía  Ana Palma, cortesía de DeFlamenco.


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