La aventura del tango: Tangos del tranvía

La historia suele dar jaque mate a ciertas frases que, aunque en general amigables con la verdad, dejan sitio para que les propinen zancadillas.

Por ejemplo: “El tango, en cada aparición, refleja su época”.

Y me permito partir de una precisión acerca de un acontecimiento que, en su tiempo, fue extraordinario en el Río de la Plata.

Los primeros tranvías tirados por caballos se pusieron en actividad el 10 de julio de 1863 en Buenos Aires, uniendo Retiro y Plaza de Mayo, como complemento del tren, mientras que en Montevideo el suceso se vivió cinco años más tarde, el 1º de junio de 1868, con una línea que iba desde el Centro a la Unión.

El recuerdo de algunos hechos generados por la población de ambas capitales está casi disuelto en el olvido.

Los ciudadanos reclamaron de forma extemporánea, denunciando que los tranvías circulaban a excesiva velocidad (¡), competían deslealmente contra los servicios de carruajes utilizados entonces y levantaban las piedras de las calles, temiéndose que pudieren resquebrajar las viviendas cercanas a sus diversos recorridos. Esto obligó, al menos en Buenos Aires, a que las autoridades dispusiesen que un “pregonero”, también a caballo, cabalgara veinte metros delante de los vehículos advirtiendo a viva voz, y usando un cornetín, sobre su pasaje.

Los tranvías eléctricos, sobre vías para su circulación controlada y enganches a los cables aéreos –que al comienzo no tenían miriñaque al frente y debieron instalarlo por otra protesta popular- iniciaron sus trayectos de prueba en Buenos Aires, entre Plaza de Mayo y Liniers, el 22 de abril de 1897, alcanzando una velocidad de treinta quilómetros por hora. En Montevideo demoró casi diez años más: la primera línea fue inaugurada para el servicio entre Aduana y Pocitos el 19 de noviembre de 1906.

El tranvía fue suprimido como servicio urbano de pasajeros en nuestra ciudad a fines de 1956. Allende el Plata, los porteños lo vieron desaparecer más tarde, en forma paulatina y durante tres años, a partir de 1960.

¿Y el tango, reflejo de la época? Bien, gracias. Demoró en preocuparse de los tranvías.

El primer tango que los incorporó a esta visión musical popular fue Talán, talán, de Alberto Vacarezza, el rey del sainete, y Enrique Delfino y data de 1924. Hasta donde he podido investigar, sólo fue grabado por Gardel, ese mismo año y para el sistema acústico de Odeón, con un éxito que duró poco.

¿Quién se acuerda hoy de su letra que la crítica consideró siempre “demasiado reducida a un argumento simple de sainete, sin vuelo poético”?

Talán, talán, talán,/ pasa el tranvía por Tucumán./ “Prensa”, “Nación” y “Argentina”/ gritan los pibes de esquina a esquina./ “Ranca e manana, dorano e pera”,/ ya viene el tano por la vereda./ Detrás del puerto asoma el día,/ ya se van los pobres a trabajar/ y a casa vuelven los calaveras/ y las milongueras a descansar

Sorprenden el tiempo transcurrido hasta la aparición del siguiente tango con similar temática e igualmente que el último conocido esté registrado en 1981: El cornetín del tranvía (Arona y Taggini), 1938; Cornetín (Maffia y Manzi), 1942; El mayoral del tranvía (Mayol y Laino), 1946; Milonga del mayoral (Castillo y Troilo), 1953; y Tiempo de tranvías (Garello y Negro), 1981.

Tal vez nunca haya dejado de sobrevolar aquel excesivo temor que un ciudadano argentino, ante la aparición del primer tranvía eléctrico, declaró a un diario de Buenos Aires:

-Una fatalidad, sí señor. Como pájaros negros. Dentro de poco no se podrá ver el cielo. En cualquier momento se aflojan y caen sobre nosotros. ¿Han visto cómo crujen? ¿Y la velocidad que llevan? Pueden agrietarse las casas. ¿Qué ocurrirá cuando haya una tormenta?

Pero, claro, mientras a uno hoy lo divierte esa suerte de pánico trasnochado, todavía puede escuchar, como buscando otra perspectiva un poco más estimulante, la cálida y expresiva voz de Gardel cantando Talán, talán:

Talán, talán, talán,/ sigue el tranvía por Tucumán./ Del acoplado en un banco,/ muy pensativo viaja don Juan,/ un viejo criollo que hace treinta años/ en las estibas se gana el pan

Aunque, pensándolo bien, y sin comparar voces pero sí la calidad de la poesía, prefiera a Rubén Juárez en Tiempo de tranvías:

Tiempo de tranvías tropezando el empedrado./ Patios que se abren a la luna y el parral./ Mágicos zaguanes con temblor de besos largos./ Penas de ginebra que tanguean en el bar.


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