La aventura del tango: La dama de la voz aguda

ANTONIO PIPPO PEDRAGOSA. Periodista, Editorialista, Escritor, Director Gral. Cultura Tanguera de LaAmpD.
Columnista

Recuerdo que a los siete años escuchaba los discos de Pynk Floyd que ponía mi hermano Alejandro, los de Mikis Theodorakis que traía Luis, otro hermano, guitarrista de la banda Ave Rock, los de Mercedes Sosa a la que mi madre amaba y mucho pero mucho tango en casa de mi viejo.

Rodeada por ese complejo mundo musical transcurrió la niñez de Lidia Borda, considerada hoy, y desde hace años, una de las mejores cantantes de tango del Río de la Plata –nacida en Lincoln, provincia de Buenos Aires, en abril de 1966- quien, sin embargo, incluso pese al intenso influjo tanguero paterno, derivó en que, por consenso familiar, estudiara música de cámara pues todos creían que su voz era apropiada para la ópera. Y así lo hizo con una maestra particular.

No obstante, su debut profesional, en plena restauración de la democracia argentina en 1983, fue en el teatro Babilonia, donde actuaban Dalila y los Cometas Brass, Alejandro Urdampilleta  y Humberto Tortonese; decidió, en un acto de rebeldía, y luego de ensayar a escondidas de su familia, cantar jazz con la Mississippi Blues Band.

Pasó que, casi sin darme cuenta, me iba acercando más al tango. Pero tengo una voz aguda y en esa época parecía que si no tenías un registro medio rasposo, mucha calle y pinta de reventada, no podías cantar eso. Después conocí a Luis Cardei, que cantaba totalmente diferente; tenía una voz pequeñita y una sensibilidad enorme y no se desbocaba a los gritos como los tipos que cantan en las cantinas, que parecen matones delante de una orquesta. Fue una influencia definitiva. Me amigué con mi voz, me empezó a gustar, la toleré, la redescubrí y supe que podía armar un buen repertorio tanguero.

Hoy, a los cincuenta y cinco años, Lidia Borda ha editado, entre 1997 y 2019, los álbumes Entre sueños, Patio de tango, Será una noche, Ramito de Cedrón, Manzi: caminos de barro y pampa, Tal vez será su voz, Canciones de Atahualpa Yupanki y Puñal de sombra. Ha realizado cientos de espectáculos en su país y en Uruguay, decenas de viajes por América, Europa y Asia y ha recibido cuatro distinciones relevantes: el Premio Kónex al Mérito como Cantante Femenina de Tango en 2002, el Premio Gardel en 2011 como “mejor artista femenina de tango” y, en 2019, la declaración de Personalidad Destacada de la Cultura de la Provincia de Buenos Aires y la de Ciudadana Ilustre de la capital porteña.

Impresiona cuando se valora a los artistas que la han acompañado como a aquellos con los que compartió exitosos ciclos. Vayan sólo a título de ejemplos: en 1995 y 1996 presentó un espectáculo conjunto con su admirado Luis Cardei; en 1997 actuó junto a Liliana Herrera y Cristina Banegas en el famoso Club del Vino; en 1999 compartió cartel con la orquesta El Arranque, con el músico Brian Chambouleyon y con el cuarteto de Esteban Morgado; en 2002 participó, respaldada por una sinfónica egipcia, en la ceremonia de apertura de la Biblioteca de Alejandría; en 2006 cantó a dúo con Ariel Ardit y la acompañaron Ramiro Gallo, Franco Luciani, nuevamente Liliana Herrera y Cristina Banegas y la Orquesta Escuela de Tango dirigida por Emilio Balcarce; en 2012 encabezó la décima edición del Festival de Tango del hospital Borda –bajo la consigna “En defensa de la salud pública”- junto a La Chicana, el Conjunto Falopa, Babel Orkesta, Pablo Dacal y Alfredo Piro; y se recuerda aquí, entre nosotros, con especial cariño, la presentación de su álbum Ramito de Cedrón, renovado, en la Sala Zitarrosa, acompañada de David Godfrid en piano y Ariel Argañaraz y Paula Pomeraniec en cuerdas.

Entre los principales éxitos de Lidia figuran los tangos Fanfarrón, Las vueltas de la vida y una exótica versión de Gricel y los valses Paisaje y Tu pálida voz

Para mí el tango es la más profunda de las músicas populares; y es más sencillo de lo que a veces se muestra. Es una cosa introspectiva, que provoca una conexión más intensa con una misma, con el entorno y hasta con las distintas geografías. Claro, para muchos cantantes es más fácil calzarse un smoking o un vestido con tajo generoso y salir a escena…  

Y, sí… Algo especial tiene el tango. Sin advertir que aludía a otra conexión, la propia Lidia Borda, en un reciente reportaje acerca de sus reiteradas giras, respondió:

Lo que más me gusta de salir afuera, de viajar y recorrer el mundo, es la purificadora sensación que me conmueve al volver


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