
La jovencita, de sólo catorce años, llevó sus dedos al teclado y la arrebató una dulce melodía que fue brotando de su más profunda emoción.
Pensaba en su madre y no sabía que, al culminar aquella tarde de 1911, habría escrito un vals inmortal, Desde el alma.

Rosita Melo –anotada como Clotilde Rosa Mele, hija de Miguel Mele y Rosa Luciano, inmigrantes italianos-, nació en Montevideo el 9 de julio de 1897; al cumplir tres años la familia se mudó a Buenos Aires, y al año siguiente Rosita, para sorpresa de todos, se sentó al piano de la casa y comenzó a “tocar de oído”. Al paso del tiempo, ya profesora de música, compuso varios valses y tangos, siempre dándoles un aire despacioso, romántico.
El vals se hizo popular en el Río de la Plata a inicios de la década de 1840; Lauro Ayestarán dijo: -Significó un tránsito fundamental en la historia de la danza de salón. De la pareja suelta se pasó a la pareja enlazada.
Y añadió algo decisivo para entender la obra principal de Rosita: -A fines del siglo XIX llegó aquí procedente de América del Norte el famoso vals Boston, caracterizado por su estirada lentitud.
A esa idea se sumó Sebastián Piana: -En Boston el pianista no construye el ritmo con la mano izquierda, como era común, sino con la derecha, junto con la melodía.
Por todo eso el historiador Ricardo Ostuni sentenció: –Boston dejó una huella profunda y una obra que perdura en ella es, precisamente, Desde el alma.
El vals fue creado instrumental y no registrado. Sin embargo, diez años después, ocurre la primera sorpresa: por causas nunca aclaradas, Roberto Firpo obtuvo la partitura y lo grabó en 1921. Al año siguiente Rosita se casó con el poeta Víctor Piuma Vélez, de quien se enamoró entre encuentros casuales en largas caminatas por los parques del barrio de Flores, a la tardecita. Piuma Vélez, poeta poco estimado por la crítica, puso letra a todas las composiciones de su esposa que no fueron estrictamente instrumentales. Así fue que Desde el alma quedó registrado, al fin, con la firma del matrimonio.
–Yo también desde el alma/ te entregué el cariño,/ humilde y pobre,/ pero santo y bueno/ como el de una madre,/ como se ama a Dios…
Primera estrofa que basta para advertir la pobreza de una letra que nunca hizo justicia a la melodía, al punto que hubo una famosa grabación de Juan D’Arienzo, la primera para el sello “Víctor”, en 1935, con una placa que incluyó el tango Hotel Victoria de un lado y aquel precioso vals del otro, aunque negándose a incorporar los versos.
Pero la vida tiene raros vericuetos.
En 1948 Homero Manzi dirigió la película Pobre mi madre querida. En una determinada escena quería que el protagonista, Hugo del Carril, cantase un vals delicado; conocía Desde el alma, pero su poesía no se correspondía a la intención buscada. Habló con Rosita y con Piuma Vélez y fue autorizado a incorporarle otra letra; Manzi lo hizo, pero al registrar la nueva versión, porque era un verdadero señor, agregó al marido de la pianista que, a decir verdad, no había puesto ni una coma.
–Alma, si tanto te han herido,/ ¿por qué te niegas al olvido?,/ ¿por qué prefieres/ llorar lo que has perdido,/ buscar lo que has querido,/ llamar lo que murió?
Esa es –acá también su primera estrofa- la letra que se cantó desde entonces hasta hoy, convirtiéndose en irresistible para casi todas las orquestas y casi todos los cantantes, aun extranjeros. Ostuni sugirió, sutil, que el vals había estado en una vigilia similar al “perro dormido” del que habla Priestley, aguardando su otra realidad, “el otro tiempo de su verdad”.
Desde el alma comparte con La cumparsita, El choclo y Adiós muchachos el honor de ser los temas rioplatenses que más se han difundido en el planeta. El único vals. El de Rosita Melo.
Ella fue autora, además, de los tangos Tatita, Qué solo estoy, Por el camino de la vida y Oración, y los valses Balada para un soñador, Yo te adoro y Tu vals, entre otras obras. Ninguna tuvo la repercusión de su adolescente creación, la que alcanzó la inmortalidad.
En Buenos Aires, Rosita Melo, la uruguaya, recibió todos los premios y reconocimientos más importantes. Murió cinco años después que Piuma Vélez, el 12 de agosto de 1981. Están sepultados juntos en el cementerio de La Chacarita.

En Montevideo, en 2013, la Intendencia descubrió una escultura en su homenaje, en las canteras del Parque Rodó: obra de Antonio Masini, fue donada por el gobierno de Basilicata, región italiana natal de sus padres.