Poema del Cante Jondo. Poveda y Lorca

TERESA FERNANDEZ HERRERA. Periodista, Escritora, Editorialista, Directora Gral. Cultura Flamenca
PRENSA ESPECIALIZADA

Y Poveda. Poveda va más allá del gran cantaor que es, es además el hombre orquesta, comunicador, presentador, maestro de ceremonias y de cercanía con el público, envuelto siempre en una empatía irresistible.  Nadie como él para llegar hasta la entraña más profunda del sentimiento lorquiano, tan presente en una noche del festival Inverfest en el Teatro Circo Price de Madrid..

Su historia con Federico en el álbum Poema del Cante Jondo, es una historia de amor,  junto con su guitarrista Jesús Guerrero, otro lorquiano que transforma los sonidos de su guitarra en la voz perdida de Federico.

Un dúo irrepetible, el del  catalán con alma andaluza y el de San Fernando,  a los que se unen en la percusión el gran Paquito González, y un grupo de palmas y voz que viene de lejos: El Londro, Carlos Grilo, Luis Cantarote y Los Makarines.

Hurgando, hurgando, nos dice el maestro Poveda, porque en un poemario de cincuenta y seis poemas, es imposible poner todos en un concierto, y no es fácil elegir. Ni ponerlos música, ni adjudicar a cada uno un palo, ni trabajar en ellos hasta ponerlos en un álbum y luego salir a escena y conmover a un aforo lleno hasta la bandera. Y todo eso se consigue además de con mucho trabajo, con mucho amor. Sobre todo con mucho amor.

Empezó con el poema “Ay” por cañas.

Dejadme en este campo llorando ,
porque todo se ha roto en el mundo
y no queda más que el silencio.

Ay, estas letras de Federico, tan bellamente intemporales, tan vigentes hace un siglo como hoy.

Federico escribió un poema a su amigo, el gran cantaor malagueño Juan Breva, justo con su nombre por título. Cuando Federico escribió su poema, el llamado “rey de los verdiales”,  solo hacía tres años que se había ido. El cante no podía ser otra cosa que malagueña y verdial. Con toda la solemnidad que el poema merece, cante y toque.

Tengo que decir en este punto que con una iluminación ultramoderna, potente, versátil, de mil colores, y del electrónico rabiosamente rojo con el lema, “Poema del Cante Jondo”, de alguna manera, se sintió la presencia del espíritu del poeta, el amor que le inspiró ese gran poemario dedicado a un cante que él sentía en lo más hondo de su ser. Creo que todo el teatro estuvo impregnado de ese sentimiento, entre los silencios de la escucha y los aplausos de la memoria traída al presente por Poveda, Guerrero y su elenco.

Ahí estuvo la Baladilla de los tres ríos, que nunca puede faltar en ningún concierto lorquiano, convertida en cantiñas en esta ocasión.

El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos.
Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo.

Poema La Soleá por soleá; Y el Puñal por bulerías.

El puñal entra en el corazón
Como la reja del arado en el yermo.
¡No! ¡No me lo claves! ¡No!

Poveda cuenta que el poema que va a cantar a continuación, Guitarra, no está grabado en el álbum, porque no lo eligió, pero Los Makarines pusieron la música y los arreglos.

Empieza el llanto de la guitarra.
Es inútil callarla. Es imposible callarla.

¡Cuánta belleza, sentimiento y poder de la guitarra en los versos dedicados a ella, que no son los únicos en el poemario, porque hay otro dedicado a Las seis cuerdas. Cuando a la poesía se le pone música y voz, el resto del mundo desaparece.

Retrato de Silverio Franconetti por seguiriyas. Federico dedicó este poema  a “Manuel Torres, Niño de Jerez, que tiene tronco de Faraón”. Franconetti, Torres, seguiriyeros de tronío, y como sonaron ese cante y las falsetas de la guitarra. Una seguiriya, es siempre una seguiriya, pero es cierto que hay que distinguir entre seguiriyas y esta seguiriya. Escucharla un privilegio.

Menudo concierto de guitarra ofreció Jesús Guerrero en su intervalo. Casi celestial.

Y ahora, canto Sevilla a mi manera, anunció el maestro del cante. A su manera, con todo el amor a Sevilla que lo acogió durante diecisiete años. Quién diría que Poveda ni es andaluz, ni tiene ascendencia andaluza. Se es andaluz por amor.

Ay Dios, esos tangos del poema Encuentro:                          

Ni tú, ni yo, estamos en disposición de encontrarnos.
Tú… por lo que ya sabes.
¡Yo la he querido tanto!
Ni tú, ni yo…

El Paisaje por bulerías.  Y luego Triana, que no es del poemario, como declaración de amor al Coro de la Hermandad Rocío de Triana.

Y para terminar, Silencio.

Oye, hijo mío, el silencio.
Es un silencio ondulado, un silencio
Donde resbalan valles y ecos.
Y que inclina las frentes, hacia el suelo.

Después hubo propinas y fin de fiesta, con Miguel Poveda paseando por el teatro, estrechando manos, derrochando empatía, conquistando aún más a los que ya llevaban casi dos horas conquistados.

Una noche para recordar.


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