
De la creatividad de Eduardo Guerrero puede esperarse todo, nunca deja de sorprender y dejar boquiabierto por más que se le conozca. Con un cuerpo que él siempre transforma en templo de baile, en santuario de emociones.
Anoche el patio central del Centro de Arte Contemporáneo Conde Duque, transformado en ring bajo una luna en cuarto creciente sobre un cielo nocturno despejado, contempló como un artista, Eduardo Guerrero se plantaba en el cuadrilátero media hora antes del comienzo anunciado del espectáculo para calentar a su manera: Bailando. Un baile de calentamiento, íntimo, cubierto y encapuchado en un elegante albornoz de boxeador azul, zapatos de baile azules, el que iba a ser el color de la noche. Media hora, treinta minutos, él solo en escena, dando una clase magistral de baile flamenco. Esto ya es espectáculo.

A las 21.30 sonó un gong y una opulenta Ana Salazar vestida de azul con amplificador en boca anunció el comienzo de un match a compás de tarantos, con reglas divertidas. Ana Salazar diversificada en árbitro del combate, maestra de ceremonias, cantaora, bailaora y amor a ratos, anunció el primer asalto con el flamenco como combate, el cuerpo como campo de batalla, un ritual de baile para no caer.
Eduardo ya desprovisto de su cobertura, surgió en amplio calzón azul de boxeo, con el cuerpo para ejecutar en plena libertad, sin límite alguno cualquier movimiento como expresión de su arte, tan flamenco y tan diferente a cualquier otra expresión de baile flamenco. Eduardo ha ido construyendo un modo de bailar propio, identificativo, único, a años luz del flamenco más tradicional, pero siempre rotundamente flamenco, rotundamente técnico, rotundamente con duende.
Aquí, en el cuadrilátero, parafraseando sus propias palabras, es “como un altar de resistencia, en que cada paso, giro y sacudida del cuerpo es un golpe sin destinatario, un grito que atraviesa, un trance, un entrega salvaje y precisa a lo ancestral, a la libertad donde la tradición ya no pesa, se transforma, vibra y arde”. Nadie podría expresar mejor que él mismo al Eduardo de “Pulso libre”.

Empieza el combate: Guerrero contra Víctor Franco, guitarrista a su servicio. Cada uno en su esquina del cuadrilátero. Cuadrilátero en el que se libra una lucha extraña, sin igual, hasta “sumergirse en un diálogo feroz, en una lucha sin cuartel entre el instinto y el silencio”. La guitarra también tiene su protagonismo. Y los guantes de boxeo que el bailaor se quita y hace bailar por bulerías que canta José Luis Hernández.
La guitarra de Víctor Franco, los cantes de Ana Salazar y José Luis Hernández, en un combate a cuatro asaltos como danza, el flamenco como resistencia y el cuerpo como campo de batalla. Cuarteto, trío y encuentro, cante y salto por alegrías. El protagonismo de Ana Salazar crece en cada asalto y hasta se transforma en amor.
Eduardo Guerrero continúa sometiendo su cuerpo a experimentos dancísticos y emocionales, experimentos que comenzó hace ya bastantes años bajo el influjo de su primer director, Mateo Feijóo.
Nunca ha dejado de avanzar, nuca renunciará al avance, poco a poco iremos conociendo a través de sus proyectos futuros hacia donde se dirige, si algún día alcanzará un destino o por el contrario ese destino no tiene más fin que su propio fin a muchos años vista.

Ayer chateé con Eduardo para felicitarle por este combate singular consigo mismo. Le dije: “Algún día vas a bailar ingrávido sobre una luna que tú crearás en escena”.
Me respondió: “Fue un estreno muy divertido y muy interesante para seguir desarrollando”.
Eduardo Guerrero, representante de España en la Exposición Universal de Osaka, Japón, 16 de mayo 2025 con “Debajo de los pies” inspirado en “El jardín de las delicias” de El Bosco.
Quizá la luna sea su próxima dimensión.
NOTA. Este espectáculo tuvo lugar el 31 de mayo 2025 en el Patio Central del Centro de Arte Contemporáneo Conde Duque.
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