
TERESA FERNANDEZ HERRERA. Periodista, Escritora, Directora Gral. Cultura Flamenca.
PRENSA ESPECIALIZADA
«La suerte está echada» dijo la presentadora de los eventos en la Catedral del Cante. Ahora el Jurado decide. Y decidió muy bien, por cierto, coincidió casi con mis votaciones oficiosas a lo largo de las tres semifinales. Esto hace sentir un poco participante, un punto para la autoestima.
Arrasó el cantaor de Argamasilla de Alba (Ciudad Real), Gregorio Moya Lara, quien además de la codiciada Lámpara Minera, el premio mayor y la razón de ser del concurso, se llevó el premio por mariana, por malagueña, por cartageneras y el primer premio por mineras; y para que no faltara nada también se llevó un diploma su guitarrista Paco Cortés. Un total por premios acumulados de 29.000 euros.

Ciertamente lo mereció. Hubiera sido más reñida la decisión si el cordobés José Plantón Heredia, El Calli se hubiera presentado a Lámpara Minera. Pero se presentó por dos palos, levantica y tientos y se llevó el premio por levantica. Para mi modesto criterio fue el mejor cantaor por jondura y capacidad para transmitir lo que siente al cantar. Los dos, Gregorio Moya y El Calli, las mejores voces del concurso.
Acierto total del jurado con el aval sabio de Eduardo Guerrero, en el Premio Desplante al baile. El Desplante se lo llevó Salomé Ramírez Almagro, de Jerez de la Frontera. Es que no había duda. Salomé tiene un cuerpo hecho para la danza, la acaricia, y ha marcado territorio en todas sus intervenciones en semifinal y final.
Es un placer ver su baile, su técnica, su naturalidad para la improvisación, su duende, puro duende jerezano. Seguro que para Salomé este premio será el punto de inflexión en una carrera ya brillante.
La veremos en Madrid, en noviembre en Flamenco Real con espectáculo propio. Está en gira con Yerai Cortés. Y espero verla también junto a Gregorio Moya en el festival Flamenco de Majadahonda en noviembre, otro festival muy veterano que siempre presenta a la Lámpara Minera y desde el año pasado también al Desplante.

Merecido y sin duda reñido segundo premio para el bailaor de La Línea de la Concepción José María Viñas Coca. Bailó muy bien en semifinal y alcanzó la excelencia en la finalísima. No sé, pero creí captar un guiño al estilo de danza de Eduardo Guerrero.
El Filón Minero se lo llevó el jovencísimo pianista Juan Carlos Esteban Hanza, de Almería. Ya estuvo muy bien en semifinales, pero en la final supo dar a su ejecución ese toque flamenco que se distingue claramente del piano clásico y que no es nada fácil conseguir. Por bulerías especialmente fue una delicia escucharle.
Sobrino de Tomatito, se trajo como elenco a su familia de artistas. Hace cinco años, con quince primaveras, ya fue el ganador del concurso Tierra de Talento. En fin, venir de una saga de artistas que hacen piña es un plus añadido al talento personal.

El segundo premio para instrumentistas fue para la flautista pacense Ostalinda Suárez, quien repitió en la final la taranta cartagenera y su composición «Flautasía Flamenca». Es una excelente flautista, desborda sentimiento y sabiduría en su ejecución, pero Filón no hay más que uno.
El Bordón Minero como era de esperar quedó desierto. El barcelonés Toni Abellán tuvo que conformarse con un diploma de segundo premio. Para mí, seguirá siendo un misterio por qué el Jurado decidió nombrarlo único finalista de guitarra.
Seguirá siendo un misterio por qué no llegó a la final el guitarrista flamenco navarro, Jesús Carbonell, quien hizo una excelente actuación en semifinales, la mejor, y me consta que otros compañeros comparten este criterio.
Una edición en la que ganaron los que tenían que ganar, los mejores. Faltó uno, Jesús Carbonell. Otro año será.
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