
Madrid, hoy más que nunca una de las capitales de teatro del mundo, repone con enorme frecuencia el teatro lorquiano. Por rendirle un siempre merecido homenaje y porque es garantía de éxito de público. En esta ocasión es La zapatera prodigiosa en una versión del coreógrafo y bailaor madrileño José Maya en el teatro Pavón.
Tal como yo intento ver la intención de Federico García Lorca, siempre adelantada a su tiempo, siempre en clave de crítica social de costumbres sobre la situación de la mujer, en este caso de una muchacha pobre, apenas rebasada la adolescencia, casada por conveniencia de sus familiares, que significativamente no aparecen en la obra, con un cincuentón que podría ser su abuelo.
Este podría ser el punto de partida. Una situación que afortunadamente hoy en día sería tan imposible como la de Rosita la soltera, la de la familia de Bernarda Alba, la de Yerma o la de las bodas de sangre. Ahí reside la visión crítica lorquiana en un tiempo en que tales situaciones se veían normales en todas las clases sociales, rurales y urbanas.
José Maya pone el acento en la rebeldía de la zapatera, patente y presente en toda la obra. El concepto de libertad es complicado, porque era prácticamente inexistente entre las mujeres de hace un siglo, salvo las excepciones privilegiadas que todos conocemos. Más bien veo la protesta de quién se asfixia, una muchacha joven que se aburre con un viejo. Ella no coquetea, acepta los coqueteos que le llegan con intención de seducirla. Consciente o inconscientemente ella sabe en qué sociedad vive y cuáles son sus límites. Límites mal interpretados por su entorno y lo más cruel, por su entorno femenino.
Quiero ponerme en la piel del Zapatero y creer que se va para que ella se dé cuenta de que sin él está indefensa. Eso es precisamente lo tremendo. Que la Zapatera ponga una especie de bar, no sé si es un acto de libertad o de supervivencia rebelde. Y sobre todo, el valor de resistir a seductores y poner en su sitio a las féminas que la critican despiadadamente. La Zapatera demuestra una madurez muy por encima de todos los demás personajes, incluido el Zapatero. Eso es lo que la hace prodigiosa o prodigiosamente única en su entorno social. Pero hay que rendirse a la realidad y eso es lo que hace cuando regresa su zapatero. Aceptar un compañero que la defienda y salve de situaciones desagradables. Lo que entonces tocaba vivir.
El diseño de puesta en escena ha sido fiel al de Federico. Marcos de puertas que danzan y vuelan por la escena, que abren o cierran. Quizá en su minimalismo haya intervenido el presupuesto para la obra, pero acierta de pleno con el espíritu de Lorca y con la sociedad en que se desarrolla la acción. Marcos de puertas, sillas que entran y salen, el tajo del zapatero y la barra del bar.
En cuanto a los intérpretes, la idea de darlos un tratamiento coral pone en valor el trasfondo de la obra. Por ahí pasan, se mueven y danzan el Alcalde, protagonista indispensable representado por Francesc Galcerán, la Zapatera y el Zapatero, Lydia Aranda y Jacobo Dicenta, tres vecinas, roja, verde y amarilla castigo de la zapatera, son Belén Orihuela, Sara Moreno y Lili Lekmouli, dos beatas, una sacristana, el niño, José Maya Serrano es Don Mirlo.
Las guitarras de Juan y Antonio Maya crean la música flamenca para la danza coral y teatralizada de los actores.
Lo sobresaliente del baile: el dúo que protagonizan Alfonso Losa y José Maya Cortés, como dos pretendientes que luchan por seducir a la Zapatera. Son tan polivalentes que sin salir del teatro lorquiano podrían ser el Novio y Leonardo de las Bodas de sangre. Más de un espectador los vio así.
Qué más podemos decir de esta Zapatera prodigiosa. Me gustaría haberla visto con un par de veinteañeras de hoy, que viven en plena libertad, tienen amores, viajan, tienen o no una profesión, son realmente libres porque son independientes, incluso las que viven con los padres. Y saber qué piensan de la Zapatera, que no es zapatera sino que está casada sin amor con un zapatero. Este es otro de los grandes símbolos críticos de Lorca en tantos de sus personajes, que carecen de nombre propio, porque viven en una sociedad que los niega una identidad propia. Una sociedad que los milennials no pueden entender.
Quizá ahí resida el prodigio de la Zapatera. Que se sentía milennial sin saberlo.
Ficha artística
Autor: Federico García Lorca
Dirección: José Maya Cortés
Reparto: Jacobo Dicenta, Lydia Aranda, Francesc Galceran, Jerónimo Maya, Belén Orihuela, Sara Moreno, Lili Lekmouli, José Maya Cortés, Abraham Arenas y Antonio Maya
Coreografía: José Maya Serrano
Escenografía y Atrezzo: José Maya
Vestuario: José Maya Cortés
Música y ambientes sonoros: Juan Maya
Diseño de iluminación: Miguel Agramonte
Descubre más desde LA AGENCIA MUNDIAL DE PRENSA
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.

