
Uno de los placeres de venir a Jerez de la Frontera, ya sea a presentar un libro, “FLAMENCOS Conversaciones con artistas” como invitada del Ayuntamiento y de las fundaciones Caballero Bonald, Cajasol y Fundarte, o a cubrir una parte del Festival anual de Flamenco, es pasear por los barrios históricos de la ciudad con el propósito de profundizar en el conocimiento de lo que aconteció en el devenir de los siglos en esta histórica ciudad, cuya fundación se remonta a la mítica Tartessos, y desde el 22 de mayo de 2009, aprobado por unanimidad por el Parlamento de Andalucía, gran parte de su casco histórico es bien de interés cultural con categoría de Conjunto Histórico Artístico. Y entre esta parte del casco histórico, se encuentran los barrios de Santiago y San Miguel, históricos barrios flamencos, objeto de varios paseos desde que empecé a frecuentar Jerez en 2016.
Los barrios de Santiago y San Miguel, nacieron en el siglo XIV, en dos arrabales extramuros, un siglo antes de que empezaran a llegar tribus nómadas romaníes al sur de la península. Antes de la construcción de las iglesias que dieron su nombre a ambos barrios, cuando los descendientes de las primeras tribus ya eran sedentarios y estaban asentados en ambos arrabales. Poco después de la construcción del Hospital de la Sangre de Nuestro Señor y de la Basílica de la Merced en Santiago. Antes de la iniciación de la iglesia de San Miguel, de las capillas de las Angustias y de la Yedra en San Miguel y la Plazuela.
A finales del siglo XV convergen las tribus nómadas romaníes que habían empezado a llegar a la zona mediado el siglo, con la pragmática de los Reyes Católicos de 1499 sobre gitanos, que entre otras cosas prohibía el nomadismo y obligaba al sedentarismo. Hechos que vinieron muy bien para cubrir la necesidad de mano de obra para los grandes latifundios que habían ido creciendo en la región de Jerez desde su conquista en tiempos de Alfonso X el Sabio. Grandes extensiones de tierras de cultivo y mano de obra gitana de buena calidad. Y también mano de obra para la forja del hierro, importantísima en esa época. Esto significaba no solo trabajo, también protección frente a persecuciones étnicas. En algún momento, ahí estuvieron los orígenes del cante, en las gañanías de los cortijos y en las fraguas.
Barrio de Santiago.
Hemos querido empezar este paseo por el barrio de Santiago, en el Museo Arqueológico, ubicado en el barrio de San Mateo, testimonio vivo de gran riqueza de la historia de Jerez. Y acercarnos por la calle Justicia, que une ambos barrios y que desemboca cerca de la plaza de san Juan, para subir por la plaza de los Ángeles a la de Santiago, núcleo del barrio, de donde irradian la serie de calles históricas del cante y toque que fueron fraguándose en las casas y patios de vecinos, donde se integraron desde siempre familias gitanas y gachés, origen de esa socialización sin fisuras entre ambas etnias.

En la plaza de Santiago, destaca la fachada principal de la iglesia gótica del siglo XV, frente a la que se encuentra el monumento a Fernando Terremoto, hijo de Terremoto de Jerez y padre de María Terremoto; en el centro hay una decorativa fuente romántica. Detrás de la iglesia está el monumento a Tío José de Paula. En realidad las calles históricas del barrio son cuatro: La Calle Nueva, la calle Ancha, la calle de la Sangre y la calle Barreras.

En la calle Nueva, actualmente en penoso estado de conservación, nació Manuel Morao, el patriarca de la nueva guitarra jerezana, con su juego de ritmos y contrapunto, cuyas falsetas permanecen vigentes en todas las guitarras jerezanas de hoy.
En la calle Nueva 12, estuvo la asociación bar restaurante Los Juncales, que llevaban Pepe y Curro de Joaquina. Los socios de Los Juncales eran la flor y nata de Santiago. Lugar de reunión, de cante y fiesta. Desde que desapareció, la calle Nueva no ha vuelto a ser lo que fue.
Antigua calle de la Sangre en cuyo extremo estuvo el hospital homónimo, llamada desde hace algunos años Taxdirt, en memoria de una batalla en territorio rifeño en 1909. En el número 23 vivió Ana Blanco Soto, Tía Anica la Piriñaca, la cantaora que solo pudo empezar a cantar profesionalmente a los sesenta años, luego de enviudar; grabó discos, tuvo como mentor a Antonio Mairena y cantó hasta su muerte en 1987, a los ochenta y ocho años.
En la cercana calle Carpinteros, están las peñas Manuel Soto Sordera y Luis de la Pica, en los números 3 y 5 respectivamente. En la calle Barreras, ahora de Moraíto Chico, hijo de Juan Morao, Moraíto, sigue su casita con el azulejo de la guitarra y el bar Arco de Santiago en el nº 3, ahora cerrado. En la calle Ancha, otra histórica peña santiaguera, la de los Cernícalos; y en el número 11 de la calle de la Merced se ubica la peña Tío José de Paula y la Basílica de la Merced, Patrona de Jerez. En la calle Salas, la peña Centro Cultural Flamenco Don Antonio Chacón. En la calle de San Juan, la iglesia bajo la advocación de San Juan Bautista iniciada en el siglo XIII bajo el reinado de Alfonso X el Sabio; y en la Plaza de San Juan, el Centro Andaluz de Documentación del Flamenco y Cátedra de Flamencología de Jerez. Aquí estamos en el barrio de San Juan, aunque a un paso de la plaza de Santiago.

De Santiago fueron los cantaores pioneros Paco la Luz, creador de una famosa seguiriya luego desarollada por Tío José de Paula; Antonio Frijones, Juanichi el Manijero y el Niño Gloria; Tío Borrico, Terremoto de Jerez, Sernita, los Sordera, cuyo patriarca actual es Vicente Soto Sordera, primo hermano de José Mercé; Tía Anica la Piriñaca, la saga cantaora de El Pipa y su bailaor Antonio Ríos Fernández; Tomasa Guerrero La Macanita, Tomás Moreno Romero Tomasito; Luis de la Pica, Curro de la Morena, José Vargas el Mono, Enrique el Zambo, Juañares. Y toda la nueva generación de artistas de estas sagas.
De guitarras, toda la saga de los Morao; José Soto Sorderita, hermano de Vicente, fundador de Ketama; Ildefonso de los Reyes y Francisco Carrasco Soto, voz y guitarra de Navajita Plateá; Diego Carrasco, Manuel Jero, hijo de Luis de Periquín Niño Jero y padre de Nono Jero.
Y la pianista Rosario Montoya la Reina Gitana.
Santiago, es el barrio festero por excelencia, representado por la bulería.
San Miguel.
Fue en origen el otro arrabal extramuros. Sus centros son la Iglesia de San Miguel, la calle Corredera, el Mercado, la plaza de las Angustias, la Guarida del Ángel en la calle Porvenir, la calle Barja y su histórico tabanco de la Cruz Vieja, la peña la Bulería en la calle Empedrada, la ermita de San Telmo en la calle Pavía, la capilla de la Yedra en la Plazuela con el monumento a Francisca Méndez Garrido, la Paquera de Jerez.
Ahí están los monumentos a Lola Flores en la plazuela de la Cruz Vieja y su casa natal en la calle Sol 45, una casa de vecinos de las de toda la vida. Artistas del barrio fueron los cantaores Manuel Torre, la saga de los Agujetas, Rubichi y el Tío Juane. Juanito Mojama entre San Miguel y Santiago en un tiempo, ahora se le ubica en el barrio de la Albarizuela; Antonio Chacón, cuyo busto se encuentra en la placita de Antón Danza, frente al tabanco de la Cruz Vieja.

Manuel Molina creador de cinco seguiriyas, más la del Loco Mateo y la mejor de todas, la de El Marrurro, ya fuera Diego o Antonio, que su identidad aún está por aclarar. Joaquín la Serna, Mercedes la Serneta, creadora de una soleá. Francisca Méndez Garrido, la Paquera de Jerez, hija de El Rubio; en otro país ya se habría hecho una película con su vida y trayectoria artística.
La saga de los Moneo con cante, guitarra y baile; los jóvenes cantaores Jesús Méndez y Niño de la Fragua de la Plazuela, este último nieto del cantaor Tío Juane, último fragüero de Jerez. La saga de guitarristas de los Parrilla, con el genial Parrilla de Jerez y su inolvidable vueltecita por bulerías. Aún no tiene calle ni monumento en su barrio, un olvido municipal por lo menos extraño; sin olvidar ni mucho menos, al guitarrista de culto Paco Cepero, con historia y trayectoria de película.
San Miguel se caracteriza por la pena profunda y desnuda, los toques de rebeldía y altivez, propios de los fragüeros. Cuna del martinete y la toná; sede de individualidades, donde la Serneta marca el universo femenino.
Barrios de Santiago y San Miguel, piedras angulares del nacimiento de los cantes antiguos andaluces, luego cante flamenco; de los bailes de gitanos y el toque que dio origen a la escuela jerezana de guitarra.
Un paseo, o dos o más, si se quieren visitar interiores que son joyas de arte entre los siglos XV y XVIII.
Seguiremos paseando por Jerez.