ESPAÑA: En Cartelera Tito Andrónico: Shakespeare en los Teatros del Canal

TERESA FERNÁNDEZ HERRERA
Prensa Especializada

William Shakespeare: «Tito Andrónico», 1593.

William Shakespeare dramatizó muchos de los reales genocidios de la historia de su país, hasta los de Enrique VIII, fallecido en 1547. Y creó otros, producto de su fecunda imaginación, como este Tito Andrónico, que sitúa en los últimos tiempos del imperio. Nada nuevo bajo el sol. Una historia de poder, violencia y venganza sin límites. Pero lo más interesante de esta tragedia shakespeariana, está en los oscuros motivos anclados en el inconsciente de sus personajes.

Que ninguno de mis lectores me reproche mi recreación de la obra. Shakespeare no es ninguna novedad literaria a estas alturas. Quién no conozca su obra, que se pregunte porque ha prescindido de la lectura de uno de los autores que mejor han descrito la idiosincrasia del género humano, que desde el homo erectus hasta hoy, es el producto del reino animal más violento contra los de su propia especie. Solamente he pretendido reproducir con el mayor realismo posible el horror desencadenado por sus personajes y las razones oscuras de sus psiques enfermas,  no por ello poco habituales, incluso entre nosotros.

Tito Andrónico general romano regresa victorioso a Roma tras diez años de campañas. Además de haber perdido a seis de sus once hijos, lleva en su mochila toda una historia de muertos en batalla, asesinatos, esclavitud, violaciones, vejaciones insoportables, como vemos en el ejemplo de Tamora, la reina goda prisionera y sus hijos. Tito ya no es un ser humano capaz de amar o de sentir compasión o perdonar. Es un ser perturbado y atormentado, que aunque dice querer retirarse en paz, están insertos en su mente los mecanismos de la crueldad acumulada durante años. Ha perdido la perspectiva. Por eso, esta obra de ficción que podría haber sido real, es un fatum. Ninguno de sus personajes es libre. Cada uno carga con sus rencores, con la semilla del odio y la venganza.

Esa es la historia de Tamora, que de reina poderosa pasa a ser esclava traída a Roma como trofeo, cargada de cadenas con sus tres hijos. Y a su llegada, como manda la tradición romana, según el autor, su hijo mayor es sacrificado a los dioses en su presencia y en la de sus hermanos. De nada valen sus súplicas a Tito Andrónico. La semilla de la venganza está servida.

Para su desgracia, Tito llega a Roma con un emperador fallecido y dos hijos que se disputan la corona imperial. Y para su desgracia, él, que por su larga ausencia, desconoce los odios y los mecanismos de poder en las más altas esferas de la urbe, toma la decisión más equivocada, cuando le piden, utilizándole como cabeza de turco, que decida quién de los hermanos Saturnino o Bassiano debe ser emperador.  Su fatum, le inclina a decidir por Saturnino, quién en aparente agradecimiento, dice que tomará a su hija, la bella Lavinia, por esposa, que será emperatriz. Lo que ignoran Tito y quizá Saturnino, es que Lavinia es la prometida de Bassiano, el otro hermano, y así lo declaran. Saturnino, que ya se había fijado en la reina prisionera, Tamora, la elige por esposa y la eleva al trono. Ahora Tamora tiene poder. Tito Andrónico y su hija han caído en desgracia. Pero hay más. Tito asesina a su hijo Mucio, como traidor a sus intereses, por defender a su hermana y los derechos al trono de Bassiano. Ay Tito Andrónico, ¿porqué volviste a Roma? 

En toda tragedia hay una víctima. En esta es Lavinia, hija de Tito Andrónico. Tamora decide arruinar la vida de Tito. Ahora tiene poder y motivos para hacerlo. Y hace lo que más puede dolerle. Sus hijos asesinan a Bassiano en presencia de Lavinia, luego animados por su madre la violan salvajemente y le cortan la lengua y las manos. Tamora consigue que Saturnino ordene cortar una de las manos de Tito Andrónico. Su hermano e hijos continúan con la cadena imparable de venganza en los hijos de Tamora, Quirón y Demetrio, que tras su asesinato son cocinados y servidos en la mesa imperial. Tras descubrirse lo que hay en el terrible banquete, se desencadena la matanza final, que acaba con todos.  A Lavinia la mata su padre, para ‘salvarla del deshonor de no tener manos ni lengua’. En realidad porque ella, víctima inocente de Saturnino, de Tamora, Quirón, Demetrio y su propio padre, por fidelidad a su amor, ha desencadenado todo un cúmulo de odios, intereses frustrados, violencia sin reflexión. Solo sobrevive el joven Lucio, nieto de Tito Andrónico. Paradójicamente, el nuevo emperador.

La semilla de la locura está en el protagonista desde el comienzo de la obra. Podía haber ejercido el poder de perdonar ante las súplicas de Tamora, pero no lo hace. Elige ser despiadado y sacrificar a un muchacho. Quién sabe, por lo que ha pasado Tamora desde que le arrebataron el trono y la convirtieron en esclava. De ser violada no la ha librado nadie. La locura, el rencor, la esperanza de poder vengarse, está en ella y en sus hijos. Saturnino es un inepto, prepotente, deseoso de demostrar cómo entiende el uso del poder. Para ejercer la crueldad contra quien le ha hecho emperador, solo porque su hija quiere a otro, a su defenestrado hermano. Es incapaz de sentir generosidad, de bendecir la unión de su hermano con Lavinia. Por el contrario le dice a Tito: “No la necesito, ni a ella ni a ti”.

¿De qué mentes surge esta incapacidad de encontrar el camino de la justicia? ¿Porqué disfrutan causando dolor? ¿Cuánto dolor, rabia, rencor, ambición, deseo de violencia hay en la psique de todos ellos? ¿Es Roma, que para ser poderosa tiene que ser despiadada? ¿Lo que quiso describir Shakespeare en esta ficción fue la verdadera esencia de la genética humana? ¿La semilla del bien y del mal, por la que libremente, o no, puede decidir el animal humano? ¿Es que una vez que se desata la violencia, es imposible detenerla? ¿Se sabe cuando empezó? ¿No hay nadie sensato que diga ¡basta ya!?

Esa es una incógnita sin descifrar a día de hoy. Solo basta con mirar alrededor, quizá a nosotros mismos.

Tito Andrónico está interpretada con tanto realismo que a veces hay que taparse los ojos para no ver lo que está sucediendo en escena. No es soportable.

Hasta el 31 de enero a las seis de la tarde en la Sala Roja de los Teatros del Canal de Madrid.

Ficha artística:

Adaptación: Nando López para el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida 2019.

Reparto:

José Vicente Moirón (Tito Andrónico)

Carmen Mayordomo (Tamora)

Quino Díez (Marco Andrónico)

Lucía Fuengallego (Lavinia)

Gabriel Moreno (Saturnino)

Jorge Machín (Bassiano)

Alberto Lucero (Quirón)

José F. Ramos (Demetrio)

Dirección: Antonio Castro Guijosa.

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