Por Antonio Pippo
La flamante ministra de Vivienda del nuevo gobierno uruguayo tomó con decisión la delantera y declaró que entre sus prioridades estará la eliminación de los cientos de asentamientos -villas miseria, para otros- que abundan en el país. Aclaró que sería un proceso largo, al menos diez años, con lo cual involucró a un futuro gobierno que estará convencida será de los suyos.
Primero, un comentario al margen.
El anuncio es positivo. El gobierno anterior también lo prometió y no pudo o no quiso sino apenas comenzar el proceso. Veremos.
Pero aunque la responsabilidad es de la Intendencia Municipal, la cual administra su partido desde hace más de treinta años, me inquieta que no haya hecho mención a Montevideo, la capital. No sólo está plagada de asentamientos, sino que a la deuda habría que agregarle la suciedad, las veredas rotas, el continuo rotar de obras viales que se concluyen mal y se deben repetir y la falta de soluciones a un problema crucial: el tránsito. La Intendencia ha omitido buscar, y sobre todo hacer obras imprescindibles para terminar con eso. A lo largo de los años ha crecido de modo casi monstruoso la cantidad de vehículos, que supera ya la capacidad razonable de espacio para transitar y/o estacionar. Hoy es una verdadera locura. Me interesaría saber la opinión de la ministra, más allá del reconocimiento que ya he hecho de que la culpa esencial recae sobre la Intendencia, que ha prometido puentes, subterráneos, ordenamiento del transporte público y tanto más. Y no ha hecho sino agujeros, multando alegremente, eso sí, a los comprometidos conductores del vehículo que sea.
Volviendo a los asentamientos -y a muchos les resultará redundante esto, porque lo he repetido bastante- la gran solución sigue a un costado, sin que se le preste la menos atención.
Me refiero, obviamente, a las cooperativas de ayuda mutua, cuyos bloques de edificios prolijos, hechos en otra época, sobreviven como testimonio directo e indiscutible ante la vista general.
Esas cooperativas no exigen que los futuros propietarios, hoy gente en la marginalidad o miseria, aporten dinero. Tiene que hacerlo el Estado, pero con la ayuda del trabajo no remunerado de los propios beneficiarios.
Dio resultado hace décadas y hasta más recientemente. ¿Cuál es el problema para, al menos, intentar el análisis de un proyecto? Que requiera diez años para una solución total no es el problema. Quizás no sean diez sino veinte, una generación. Pero el paso a paso sostenido se irá haciendo visible con rapidez en el ejemplo. Y estimulará.
En fin, tal vez esté hartando al lector con esta idea.
Pero conozco el paño -todo el paño- como para darme por vencido.
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