por Antonio Pippo
Los eternos ingenuos e inmutables/ no soportan, por cierto, nuestras dudas./ Que nos expliquen que la tierra es plana/ y desatino el mito del abismo. (Hermann Hesse)
Las circunstancias que se van repitiendo en la sociedad nacional, claramente agrietada, obligan a volver sobre una cuestión.
Ha sido dicho hasta el cansancio, y aun hoy se repite aunque como un eco que se aleja y se aleja, que un futuro plausible para el país no será posible sin consensos políticos, entre gobierno y oposición, para la creación de las llamadas “políticas de Estado”, esas que se construyen para ser mantenidas en el tiempo, más allá de quien, ahora o después, ostente la responsabilidad de representar al Poder Ejecutivo a través de la presidencia de la República.
¿Qué asuntos requieren esos consensos para ser abordados con perspectivas de éxito? Sólo a título de ejemplos, entre otros, es necesario recordar la reforma de la educación, la reforma de la previsión social, la reforma del sistema de salud, las políticas de vivienda, seguridad y de relaciones exteriores, además del sistema tributario.
El nivel de confrontación entre quienes gobiernan y quienes están en la oposición se acerca a lo apocalíptico. Al menos los discursos y actitudes públicas, hacen que surquen el aire vientos arrastrando agravios, cinismos, mentiras y una suerte de patoterismo militante que desorienta a la ciudadanía y la inflama del virus del fanatismo empujándola al fango de los dogmas y la dilución de la benevolencia.
¿Nos resignamos? ¿Aguardamos, insultándonos mutuamente, el final?
Del remoto pasado nos llegan algunas ideas que, a personas inteligentes y con templanza de carácter, podrían inducir a cambiar algunas actitudes.
Hay un vocablo latino con el que se designaba un miembro superior del Colegio de Sacerdotes de Roma: pontifex, o constructor de puentes. Al frente de ese Colegio estaba el pontifex maximus, que en la antigua lengua prelatina significaba “el que ejecuta sacrificios propiciatorios”. Fuera del ámbito religioso, donde pontifex representa el “constructor de un puente entre la Tierra y el Cielo”, la idea que filosófica y moralmente sostiene su función sería muy provechosa aplicándola, aquí y ahora, en nuestro laico y erizado ámbito político.
Quien aspirara a ser un pontifex en medio del barullo actual, usaría un tono moderado e inteligente, y su comportamiento revelaría respeto, tolerancia y, sobre todo, benevolencia. Hay toda clase de puentes a construir para sacar al país del estancamiento y cerrar la grieta que, entre nosotros, sigue abriéndose con enorme riesgo para lo porvenir.
¿Acaso ese pontifex contemporáneo perdería puntos en su imagen popular, al pararse frente a la realidad sin que se adviertan sus ambiciones personales? Más claro: ¿ese perfil lo convertía en débil, bueno para nada, falto de vigor y dubitativo ante los dogmas?
Es una probabilidad y, quizás por eso, la mayoría ni siquiera piense moverse un centímetro de su cuadriculado pensamiento partidario.
Pero un famoso político del pasado siglo dijo: -“El ideal para llegar a lo que se busca comienza con una educación integrada, porque exige que sea considerada en función de los problemas humanos fundamentales. ¿Quiénes somos? ¿Qué es la naturaleza humana? ¿Cómo deberíamos estar integrados al planeta en que vivimos? ¿Cómo hemos de vivir juntos de manera satisfactoria? ¿Cómo habremos de resolver nuestras potencialidades individuales? Si empezáramos de esa forma podríamos reunir información de una gran cantidad de disciplinas que están actualmente aisladas por completo. Por el momento, esta educación integrada no existe. Quizás es el momento de pensar en personas intelectualmente desarrolladas y benevolentes, que tienen tal vez una ignorancia enciclopédica sobre muchas disciplinas hoy separadas, podrían ser útiles para reunir elementos de la realidad y mostrar su visión unificadora que hay entre los mismos. Ese es el comienzo de la tarea de un constructor de puentes”.
Yo, sin sentirme precisamente optimista, creo que en todos los partidos políticos de este país hay personas con esa capacidad, opacadas por la masa obcecada que empuja hacia otro lado.
Un paso interesante sería que comenzaran a aparecer, a hacerse notorios, a influir.
En fin. Reflexione, lector. En una de esas esto es apenas una ingenuidad.
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