
–Mirá pibe –dijo Gardel mirando al joven fijamente-, yo te voy a grabar este tema en España, adonde viajo ahora. Consideralo un favor. Si te vas a dedicar al tango, no me hagas esta clase de letras… Son para muchachos “fifí” y esos nenes de mamá no cantan tangos… Quienes los cantan y los imponen son los del bajo. En adelante, haceme letras para el arrabal… ¡No te olvides!
Ya había despuntado la década de 1930. La advertencia del cantor, severa pero cordial a su modo, fue para José Horacio Sataffolani, periodista –llegó a ser director del semanario “La Idea”- y poeta de libros nacido en Flores, Buenos Aires, en 1898, quien años después, por esas cosas de la vida, dejaría los tangos y volvería al mundo de los diarios.
Es ser fiel a la verdad decirlo: si hay muchos protagonistas de la música popular ciudadana sumidos en el olvido, o difusamente recordados cuando se menciona alguna de sus pocas aunque perdurables obras, un caso paradigmático es el de Staffolani.
Cierto día de 1925, mientras caminaba por la plaza de su barrio con su amigo José María Aguilar, “El indio”, guitarrista de Gardel, recibió la sugerencia clave: –Dejá el periodismo, dejá los libros. Hoy lo que da vento es el tango. Preguntale a Cadícamo o al Negro Cele. ¡Metele a las letras de tango! Mirá… haceme cualquier motivo popular y yo le pongo la música…
A los pocos días, entusiasmado, Staffolani le dio a Aguilar una letra titulada ¿Cuándo volverás?. Pasó el tiempo y el poeta se inquietó, hasta que encaró al guitarrista quien le dijo que hacía unos días, mientras revolvía en su bolsillo lleno de papeles, se le había caído el original de esa letra. Quiso el destino que lo recogiera el bandoneonista Pedro Maffia, a quien entusiasmaron aquellos versos de un autor a quien no conocía. Se los pidió a Aguilar y le dijo:
–Decile a tu amigo que le haré un tango que lo van a cantar hasta las piedras.
No obstante, Maffia, que hizo la música de ¿Cuándo volverás?, lo estrenó sólo instrumental en el cine teatro “Electric Palace”, a mediados de 1927, recibiendo al día siguiente, en “Crítica” el elogio encendido de Carlos de la Púa. Una semana después, Staffolani se presentó ante Maffia, surgió empatía inmediata y el músico lo invitó a su actuación nocturna, ya con un ignoto vocalista incorporado a la orquesta, y le dedicó el tango, profusamente aplaudido por los espectadores:
–Flor marchita, flor enferma,/ flor del lujo y del placer,/ sos la linda vampiresa/ y la pálida princesa/ de aquel verso de Musset./ Sos la diosa, sos la reina/ del lujoso cabaré./ Sin embargo tu alegría/ es la enferma risa fría/ de una anémica mujer.
Se explica la reacción posterior de Gardel. Staffolani, de formación académica, jugaba con ciertos aires del simbolismo a la francesa, aún de moda. Pero no desoyó el consejo del maestro de cantores. ¿Cuándo volverás? tuvo un éxito efímero y fue prontamente dejado de lado por los intérpretes.
Lo inusual es que el dúo de nuevos amigos sólo creó después dos tangos que se hicieron clásicos, grandes éxitos en la voz de Gardel, y de los que hasta hoy surgen versiones: Taconeando (“!Vengan a ver…!/ El bailongo se formó/ en su ley, / a la luz de un gran farol/ medieval…/ Todo el barrio se volcó/ en aquel/ caserón bajo el parral,/ a bailar…”) y Ventarrón (“Por tu fama, por tu estampa,/ sos el malevo mentado del hampa,/ sos el más taura entre todos los tauras,/ sos el mismo ventarrón…”).
Claramente, Staffolani cambió su rumbo, como quería El Mago, hacia el arrabal.
Pero también es curioso que pese a componer letras con otros autores –Piba boba, Sombra gris, Tengo celos y No llores mi amor-, sin mayor resonancia, no creó un solo tango más con su entonces inseparable Maffia.
De entre muchas especulaciones surgidas al paso de los años, tal vez quede en pie una, poco estimulante para el letrista: nunca pudo alcanzar el espaldarazo popular que tuvieron Taconeando y Ventarrón, y Maffia siguió siendo un músico espléndido, un compositor inspirado y un bandoneonista incorporado a la historia del tango en la lista de los mejores. “Un cajetilla extraordinariamente melodioso”, diría Osvaldo Pugliese.
No queda más que pensar que Maffia, sin perder la amistad construida con el poeta, que mantuvo hasta la muerte de Staffolani, a fines de 1968, casi sin quererlo fue buscando, o encontrando sin proponérselo, otras voces líricas más ajustadas a sus exigencias estéticas.
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