La aventura del tango: Gardel y Los Caballos

ANTONIO PIPPO PEDRAGOSA. Escritor Periodista. Director Gral. de Cultura Tanguera. COLUMNISTA

Hay una vieja sentencia, de autor anónimo, que dice que “hablar de tango es hablar de Gardel y hablar de turf es hablar de Gardel”.

Palabras del cantor: -He ganado y gano mucho, pero todo se me va. Me gusta vivir bien. Me gusta la bohemia dorada, el cabaré, las mujeres bonitas… ¡y las carreras de caballos! Las carreras de caballos son mi gran pasión. ¡El dinero que me han hecho perder…!

Parte de la línea argumental de “Preparate pa’l domingo”, el gran aporte literario sobre esta cuestión creado por el malogrado periodista uruguayo Romeo Otero Bosque, se basa en el ensayo del poeta José Sebastián Tallión, “El tango en su época de música prohibida”, donde hace un estudio sociológico del tiempo inicial de Gardel y afirma que, en aquella época, la afición por el tango y la pasión por las carreras daban al hombre un tono a su personalidad, su modo de ser, de pensar, de comprender la vida: -Era el modo revolucionario de los jóvenes de aquel tiempo de sentirse rioplatenses hasta las raíces de su ser.

La relación de Gardel con el turf fue precoz: en su adolescencia recorría hipódromos y jovencito se habituó a cantar en ruedas de jokeys y cuidadores. En 1910, a inicios del dúo con Razzano, que compartía su afición, se asoció con éste para adquirir su primer stud, “La guitarrita”; fue cuando otro compañero, Martino, le compuso “La catedrática” y “Soy una fiera”, de las que El Mago hizo versiones memorables.

Su anecdotario turfístico es inagotable. Corría 1915 cuando, aún lejos de la fama, Angel Rabuffetti –propietario del stud “Los Reales”-, quien lo había invitado a cantar en las reuniones que organizaba, le dio una fija para el domingo en Palermo: “La Ñata”, montada por Francisco Arcuri, famoso jockey de entonces. Con Razzano jugaron 100 boletos ¡y ganaron! Claro, les subió el entusiasmo y, observando las características de la carrera siguiente, comprobaron que “Grey Eyes” era el favorito claro; Arcuri montaría a “Packoy”, un caballo que parecía tener menor chance. Se miraron, contaron el dinero y la decisión fue unánime: -¡Vamos a jugarle todo a Arcuri, porque tiene una muñeca magistral!

“Packoy”, sobre el disco, ganó por media cabeza.

La alegría de Gardel fue inmensa: -Bueno, José, yo conduje el escolazo. Ahora te toca a vos. Organizá la farra. Proa al centro, que la noche porteña es de estos dos torencas… ¡Y Arcuri, nuestro invitado!

El gran cantor fue propietario de otro stud, “Gardel C”, también en sociedad con José Razzano. A su vez, fue dueño de varios caballos de carrera, entre los cuales se puede destacar a “La pastora”, “Amargura”, “Cancionero”, “Teresa”, “Mocoroa”, “Guitarrista” y “Explotó”. Asegura Otero Bosque que le gustaba decir que había sido “víctima de los caballos lentos y las mujeres ligeras”. Es verdad que sus caballos le dieron más desengaños que alegrías. Se recuerda una vez que, vencido por los fracasos y las deudas, pero con su sentido del humor intacto, en una de esas reuniones en los hipódromos cantó una letra compuesta por él sobre la música de “Esta noche me emborracho”, el emblemático tango de Discépolo: -Maschio, Moreno y Cardinali/ me han dado resquiescat in pace/ por gil y por seguidor…/ Miren si no es pa’ suicidarse/ que yo en once reuniones/ no acierte un ganador./ Linda peleando con Jolly Eyes/ de atrás cargó Golseeker y las peló./ Y esta noche me emborracho bien,/ y espero bien mamao/ la otra reunión.

Pero hay que establecer una excepción, “Lunático”. Ese pingo fue para él una bendición; le dio grandes ganancias y quedó en la historia un dato que lo resume, más allá de las victorias sobre el disco: le costó cinco mil pesos de la época –casi una fortuna- pero al fin de su exitosa campaña le repletó los bolsillos con cerca de setenta y cinco mil pesos.

Capítulo aparte fue la amistad entre Gardel y Leguisamo, la persona, aparte de Bertha Gardes, que más conoció su intimidad y la guardó celosamente, aunque una sola vez, públicamente, admitió que El Mago era uruguayo y había nacido en Tacuarembó.

Pocos conocieron la intensidad del dolor de Leguisamo ante la muerte de su amigo. Tres días antes de la tragedia de Medellín había recibido una carta de Gardel:

-Che, Negro, estoy juntando vento para volver a Buenos Aires definitivamente y no viajar más: estoy cansando de volar y volar. Ansío volver, deseo de compartir con vos y los demás amigos las lindas horas de sabrosos asados y guitarreadas sin parar, como tantas veces gozamos en lo del viejo Francisco. Hasta pronto, recibí un gran abrazo. Carlos.


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